Mencionar el apellido Borja o Borgia ha remitido tanto en España como en Italia -y durante más de 500 años- a todo tipo de circunstancias con protagonistas religiosos o de alcurnia, entreverados con la ambición, el poder, la iglesia, el incesto, (b)orgías y hasta el crimen. Como es sabido, la familia llegó desde Aragón pero nacieron en la Costera: Xètiva, Canals, la Vall d'Albaida y Gandía fueron sus solares patrios. Fue, sin duda, la familia valenciana más famosa en la Europa del Renacimiento. Con dos Papas (Calixto III y Alejando VI), un santo (Francisco de Borja) y dos hijos naturales (Cesar y Lucrezia), la saga tenía todos los ingredientes para hacerse un hueco en la historia universal con sus luces y sus sombras.Toda la leyenda familiar donde la aristocrática santidad competía con las más sórdidas intrigas, chantajes, amenazas, asesinatos, líos de padres, hijos y hermanos, donde no se salvaba ni el apuntador, interesó a intelectuales como Víctor Hugo quien en 1833 escribió la obra sobre la cual Felice Romani preparó el libreto para Donizetti. Este compuso una ópera difícil, repleta de personajes, con tensiones dramáticas propicias al gran lucimiento de las voces, especialmente de la soprano (Lucrezia), la contralto (Orsini) y al bajo (Don Alfonso). La obra tuvo su momento de esplendor en pleno XIX estrenándose en la Scala de Milán y, poco después, en Francia, Inglaterra, Alemania y Estados Unidos. A Barcelona y La Habana llega en 1840 y en 1849 a Buenos Aires. En tiempos modernos se representó en el Primer Maggio Fiorentino en 1933. Mas fue, precisamente, en Nueva York, en 1965, donde resurge definitivamente gracias una representación en concierto en el Carnegie Hall, protagonizada por Montserrat Caballé - en su debut americano- (quien sustituyó en el último momento a una gestante Marilyn Horne) lo cual supuso el lanzamiento mundial de la diva catalana. En la actualidad es un título estelar, representativo del gran bel canto que forma parte de las temporadas más importantes de todos los coliseos europeos, americanos e, incluso australianos. Y en esta oportunidad llega con una gran producción a Les Arts de Valencia.

Hugo novela la trama situándola en la República veneciana y la ciudad de Ferrara dando pie a toda la tensión dramática, donde, como era de esperar, la protagonista femenina muere como tantas otras heroínas de la lírica, no sin llevarse por delante a varios de sus contrarios. ¿Y qué relación tuvo, familiar o artística, la diva valenciana Lucrezia Bori (Valencia 1887-Nueva York 1960) con la hija del Papa? Ninguna. Se ha escrito y especulado sobre esa supuesta descendencia que más bien sería coincidencia. Lucrezia nunca se manifestó personalmente sobre el tema si bien su padre, «the Colonel Borja», como lo llamaban en Nueva York, gustaba de comentar que eran ancestros lejanos. Veleidades paternas.

Nuestra soprano nació como Lucrecia Natividad Borja y González de Riancho, de padres oriundos de Burriana y Ontaneda (Santander). Alguien de la familia tendría la genial ocurrencia de bautizarla como Lucrecia, sin sospechar? las consecuencias. La niña tenía una voz, lo cual ya se manifestó en sus primeras clases de solfeo en Valencia y, animada por el inolvidable Eduardo López-Chavarri, siguió estudios de canto con Pietro Farvaró, en el recién estrenado conservatorio de San Esteban. La familia lo tomó como una parte más de la educación de la niña. Pero la calidad de su instrumento y su musicalidad le auguraban otros cielos. Así es como llega a Milán, en 1906, para perfeccionarse con el maestro mas autorizado del momento: el español Melchor Vidal. Allí se aloja en una residencia de artistas, frente al Duomo milanés y entre sus compañeros están la aragonesa Elvira de Hidalgo y su paisana María Llácer. Entra en un circulo intelectual donde conoce a D'Annunzio, a Toscanini, a los Ricordi, personas con las que jamás había soñado intimar. Además de la técnica que Vidal le proporcionó, la aún Lucrecia repasaba repertorio con la napolitana Emma Carelli, quien había sido soprano de renombre y a la postre empresaria en Roma, junto a su marido. Después de algunos meses, la Carelli y Vidal coincidieron en que había que darle una oportunidad para un debut sin riesgos. Lucrecia prepara el Micaela, de la Carmen de Bizet y debuta en Roma en 1908, dos años después de su llegada a Italia. Tiene 20 años. Pero quedaba un detalle importante: su nombre artístico. Su padre tenía pavor a que si el estreno no iba bien, su Borja quedaría definitivamente oscurecido. Y la Carelli opinó que italianizarlo como Borgia la relacionaría con aquel personaje perverso, así que lo eliminaron. Se buscaron varias posibilidades y, finalmente, encontraron algo que en la grafía y en la fonética resolvió la situación a la perfección: sería Lucrezia (con z) BORI. Y así debutó y así hizo la carrera internacional más rutilante de una cantante española en el primer tercio del siglo XX. Desafortunadamente, por las características de su tesitura, la valenciana nunca llegó a cantar esa ópera. Nadie se le hubiera ocurrido ofrecérsela. Afortunadamente.