Hubo que esperar hasta el quinto de la tarde para que se conjuntarán los planetas -el del toro, sobre todo, y el del torero- y asistir a un espectáculo digno de pagar una entrada en estos tiempos de prolongada crisis económica y de absoluta falta de decencia. La corrida de Juan Pedro fue un insulto a los que pasan por taquilla y, en definitiva, ayudan a sostener este montaje.¿Quién de la empresa de nuestra plaza de toros saldrá a pedir perdón a los aficionados por el bochornoso espectáculo aconteció ayer en la calle de Xàtiva? ¿Cómo se puede tolerar que semejantes animalejos salieran por toriles sin que se le caiga a alguien la cara de vergüenza? Una feria como la de Fallas, primer ciclo de relumbrón de la temporada taurina patria, debería ser un espejo en el que pudieran mirarse otros y no el hazmerreír en que ayer se convirtió la plaza. El tema merece, cuanto menos, una profunda reflexión.

Ya metidos en la actuación de los tres espadas, Cayetano apostó fuerte por el bonancible quinto. El rondeño, que llevaba luto por el fallecimiento hace dos días de su tío Pepe Ordóñez, se fajó con el animal en una faena con el denominador común de la entrega total. Fluyó todo el sentimiento que atesora este torero dinástico en una serie de naturales en los mismísimos medios, con temple, pausa y cadencia. La armonía del conjunto convenció a los parroquianos que jaleaban los muletazos de gran pureza, hondura y con la suerte cargada. La serie a pies juntos, en la línea de Pepe Luis Vázquez, acabó por convencer a propios y a extraños. Mató en el centro geométrico del albero de una gran estocada -la mejor de lo que llevamos de feria- volcándose sobre el morrillo del toro y haciendo la cruz, de efectos fulminantes y que valía por sí sola la única oreja que el presidente consideró que merecía esta gran obra.

Ginés Marín llegaba a València con vitola de revelación y el jerezano afincado en Olivenza puso todo su empeño en demostrarlo. No obstante, queda mucho por andar para que este buen torero se sume al carro de los que, como anteayer Roca Rey, aspiran a suceder a los que mandan.

Enrique Ponce debería cambiar el guión que repite insistentemente en València y que no le beneficia en absoluto. El valenciano no tuvo opción con ninguno de sus dos oponentes, de tan escaso juego que no pudo ni sostenerlos con su acreditada ciencia taurómaca. Para pensar y actuar en consecuencia.