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Tiempo de pasión

«La Pasión según san Mateo, BWV 244»

palau de la músicai (valencia)

De Johann Sebastian Bach. Solistas: Tilman Lichdi (tenor; Evangelista), Andreas Wolf (bajo; Cristo), Yetzabel Arias (soprano), Bogna Bartosz (contralto), Klaus Mertens (bajo). Coros: Escolanía de Nuestra Señora de los Desamparados. Amsterdam Baroque Choir. Amsterdam Baroque Orchestra. Director: Ton Koopman. Entrada: 1.700 espectadores (prácticamente lleno). Fe­cha: Domingo, 2 de abril de 2017.

Tiempo de pasión. Como todos los años, teatros y festivales no olvidan programar en estos días de Cuaresma alguna pasión. De las muchas que se han compuesto, la mejor, la más conocida y programada es La Pasión según san Mateo, la obra maestra que Bach da a conocer el 11 de abril de 1727 en la Thomaskirche de Leipzig. En esta ocasión, el Palau de la Música ha vuelto a invitar para interpretarla al director holandés Ton Koopman, que ya la ofreció en la misma sala el 12 de abril de 2014, también junto a sus músicos del Amsterdam Baroque y con dos cantantes solistas que han repetido ahora: el estupendo tenor Tina Lichdi, que entonces y ahora construyó un Evangelista que remite a las mejores tradiciones, y el muy veterano Klaus Mertens (1949), bajo de la escudería de Koopman ya demasiado tocado como para andar con estos exigentes menesteres canoros.

A diferencia de otros capitostes de la música antigua, como Gardiner, Jacobs, o Harnoncourt, el holandés Ton Koopman (1944) opta por versiones más comedidas y mesuradas. Menos extremas, pero no por ello menos profundas o místicas. El domingo, como hace tres años, volvió a recrear, dirigiendo desde el órgano positivo, su templada, equilibrada y contendida visión, sin que estas cualidades en absoluto mermaran la hondura y transparencia con la que dejó escuchar el entramado contrapuntístico y polifónico de la obra. Quizá una visión más efusiva y vehemente hubiera deparado un universo sonoro más interesante, con mayores contrastes e intensidades, y hubiese posibilitado un juego más sugestivo y variado de equilibrios, registros y acentos.

Fue, en cualquier caso, y al margen de estas consideraciones personales, una notable Pasión. Cargada de argumentos y solera, avalada, además, por quien es uno de los renovadores más incontestables de la interpretación de la música antigua. Y con la siempre bienvenida aportación instrumental y vocal de los conjuntos del Amsterdam Baroque, fundados en 1979 por el propio Koopman, coincidiendo con el momento de la gran eclosión de las versiones historicistas que dieron entonces al traste con las viejas y romantizadas interpretaciones de los grandes clásicos. Todas las secciones, fracturadas en las dos orquestas que señala Bach, lucieron sus conocidas calidades en los siempre complicados instrumentos originales. A destacar, por sus especiales cometidos, las intervenciones de la concertino y el oboe solista.

También el coro hizo gala de sus virtudes -empaste, afinación, dicción-, en su fundamental cometido. Más en la segunda parte -«El juicio a Jesús»- que en la primera («La última cena y sus preparativos»). En absoluto desmerecieron -sino todo lo contrario- los niños valencianos de la Escolanía de Nuestra Señora de los Desamparados, en sus delicadas intervenciones en la primera parte. Amenas y bien documentadas las notas incluidas en el programa de mano, redactadas precisamente por Luis Garrido, director de la Escolanía.

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