Cada año la Semana Santa cae en fechas distintas, un cambio del que dependen muchas otras cuestiones, entre ellas el calendario laboral y, por lo tanto, las vacaciones de los trabajadores y los estudiantes. Es lo que tiene una celebración religiosa que, como otras, no depende del calendario, sino de las fases lunares.

La diferencia puede ser sustancial, por ejemplo, si lo que estamos planeando es nuestro tiempo de ocio. Aunque las celebraciones serán siempre en primavera, la del domingo de Pascua puede diferir mucho, concretamente más de un mes, aunque nunca será antes del 22 de marzo ni después del 25 de abril. Así, además, los días de la Semana Santa pueden oscilar entre el horario de invierno y el de verano, que se aplica desde la madrugada del último sábado de marzo. Ambas circunstancias pueden resultar clave según nuestras preferencias a la hora de elegir uno u otro destino si hemos decidido irnos fuera en esos días libres.

Pero, ¿qué decide la fecha de la Semana Santa? Esta celebración religiosa que recuerda la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo se conmemora desde los inicios del cristianismo y es la más importante de esta religión, aunque posteriormente se sumaron muchas otras y algunas, como la Navidad, han alcanzado una relevancia casi similar, impulsada por las costumbres sociales. La clave de la fecha está en las fases lunares, ya que el domingo de Pascua se celebra por regla el domingo siguiente a la primera luna llena que sigue al equinoccio de la primavera en el hemisferio norte.

Este año, el domingo de Pascua será el 16 de abril, más cerca de la fecha tope más tardía -del 25- que de la más temprana -del 22 de marzo-. Es día será el primer domingo que sigue a la primera luna llena desde la llegada de la primavera, que entró en España el pasado 20 de marzo. Esta fecha, a la vez, también es variable, ya que la primavera comienza siempre entre el día 20 y el 22 de ese mes.

Más complicado

Hasta aquí llega la regla simple, aunque la cosa puede ser aún más complicada. Esta forma de establecer la festividad generaba confusiones por diferentes motivos. El hecho de que el equinoccio de la primavera no tenga una fecha fija, de que el plenilunio varíe en función de la ubicación geográfica y la voluntad de no hacer coincidir la Pascua cristiana con la Pascua judía obligó a la Iglesia a determinar un plenilunio ficticio definido por unas tablas numéricas.

Según esta norma, la luna llena eclesiástica ocurre el decimocuarto día después de una luna nueva eclesiástica de las tablas de la Iglesia y fija el equinoccio de primavera el día 21 de marzo.

Estas diferencias entre los criterios astronómico y religioso pueden hacer que la luna astronómica no coincida con la eclesiástica y sirven para establecer que cuando el primer plenilunio eclesiástico después de la primavera cae en domingo, la Pascua se celebra el domingo siguiente, para evitar coincidir con la festividad judía. En todo caso, a este criterio solo se recurre en ocasiones muy contadas, ya que lo más normal es que baste con la norma explicada antes para calcular las fechas.