«La exposición es un proyecto surgido en estas últimas semanas cuando Max Aub fue objeto de un debate manipulable y espeso, un asunto que felizmente fue subsanado». Así justifica el director del Instituto Cervantes, Juan Manuel Bonet, la muestra que se inauguró ayer sobre el escritor español.

Bonet, con estas palabras, hizo ayer referencia al asunto sucedido el pasado marzo en las Naves de Matadero Madrid, cuando la entonces concejala de Cultura del Ayuntamiento, Celia Mayer, decidió quitar los nombres de Max Aub y Fernando Arrabal a estas salas de teatro dependientes del Teatro Español. Una decisión que finalmente la alcaldesa Manuela Carmena no consintió. La muestra que acoge el Instituto Cervantes reúne más de 120 obras del escritor, que nació en París en 1903, en una familia alemana y judía, y que siempre escribió en español. Un escritor que tomó València como ciudad de adopción y que pasó sus últimos años en el exilio de México, donde murió en 1972. Así, un total de 47 publicaciones y revistas, algunas de ellas con dedicatorias; 30 documentos originales (entre cartas, pasaportes, agendas o manuscritos) 27 obras plásticas, carteles gráficos y 20 fotografías del álbum personal del escritor se reúnen en esta muestra bajo el título de «Retorno a Max Aub».

Además, también se incluye la proyección de Tierra de Teruel, película francoespañola (1938-1939) dirigida por André Malraux, y en la que Max Aub, socialista comprometido con la República, colaboró como traductor del guión y ayudante de realización.

Comisariada por el poeta y crítico Juan Marqués, la muestra tiene como objetivo «que el espectador que no conoce mucho a Max Aub salga con una visión nítida y que los especialistas encuentren cosas inéditas, que las hay», según explica Marqués.

Entre los objetos inéditos, se encuentran algunas cartas escritas por Juan Ramón Jiménez, Gerardo Diego o la carta que escribió Max Aub al presidente de la República Francesa, Vicent Auriol, explicando que él no era comunista, «socialista de toda la vida», cuando quiso entrar en Francia en 1951 y estaba fichado como comunista. La piezas de la exposición, que ha organizado el departamento de Actividades Culturales del Instituto Cervantes, dirigido por Ernesto Pérez Zúñiga, tiene «carácter pedagógico», según Bonet y ha sido posible gracias a la Fundación Max Aub y a los herederos de la familia de este escritor «eterno judío errante», en palabras de Bonet. Para Teresa Álvarez Aub, nieta del autor de la Gallina ciega y presidenta de la Fundación Max Aub, el episodio sucedido con el asunto del nombre de su abuelo en la Sala de Matadero, fue un suceso «muy triste».

«Esta exposición nos ha animado mucho, porque mi abuelo ha estado muy dejado y esto es una forma de hacer vivo su ejemplo ético, no solo de él sino de toda una generación que tuvo que salir de España en el exilio», aseguró Álvarez Aub.

La muestra es un recorrido por la multifacética obra de Max Aub y se divide en cuatro apartados: «Primeros años, primeros libros (1903-1936)» desde su nacimiento en París, hasta cuando se trasladó con su familia a València en 1914 hasta el comienzo de la Guerra Civil.

Un segunda etapa, denominada «Campo de sangre (1936-1942)», en la que se ve su vida durante la contienda y la primera posguerra en Francia, donde fue agregado cultural de la Embajada de España en la Exposición Internacional de París en 1937. Fue él quien tramitó el encargo del Guernica a Picasso.

Esta sección incluye su etapa como condenado en campos de concentración franceses y argelinos por «comunista» y su marcha de Argelia a México, donde fue acogido. La última sección corresponde a «Regreso(s) a España. Campo abierto (1968-1972)», cuando el autor volvió a España: Una vez en 1969 para escribir un libro, y la otra en 1972, poco antes de morir.