El Rey ha elogiado hoy a Eduardo Mendoza como "maestro en el manejo del idioma" y "verdadero 'biógrafo'" de Barcelona, una ciudad que ha propiciado "un extraordinario ecosistema cultural" y donde, como en su obra, la convivencia entre castellano y catalán "es algo natural".

Don Felipe y doña Letizia han presidido esta mañana la ceremonia de entrega del Premio Cervantes en el habitual escenario del Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares, un acto al que este año no ha asistido el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, pero sí la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, y la jefa del Ejecutivo regional madrileño, Cristina Cifuentes.

En su discurso, el Monarca ha ensalzado a Mendoza como un "verdadero artesano del lenguaje", que usa "como una herramienta de precisión" ajustada a los diferentes registros idiomáticos de sus personajes para acercar al lector a diversas realidades, "desde la de los diferentes grupos marginales a la de las clases altas, en diferentes épocas y en diferentes lugares".

Tras recordar que su primera novela, "La verdad sobre el caso Savolta", transformó por completo hace más de 40 años el panorama literario de España, ha subrayado que, desde entonces, lectores y críticos reciben con "expectación inusual" cada uno de sus nuevos títulos, que componen una obra marcada por el "mestizaje literario" entre novela histórica, novela negra, parodia, picaresca y crónica periodística.

Felipe VI ha destacado asimismo cómo en su obra "conviven el castellano y el catalán", una convivencia que "es algo natural en su ciudad, Barcelona", según ha subrayado, antes de alabar la importancia del "ecosistema cultural barcelonés" y recalcar que esta ciudad es "una de las grandes capitales mundiales del libro".

Sobre la Barcelona reflejada en la obra de Mendoza, el jefe del Estado ha argumentado que "este papel destacado de una ciudad no debe interpretarse en el sentido de un mero localismo", ya que en las vivencias de sus personajes hay "rasgos universales" que responden a la máxima de Unamuno "Es labor del creador hallar lo universal en las entrañas de lo local".

"Desde hace décadas", Barcelona "ha propiciado un extraordinario ecosistema cultural que ha apoyado y difundido a un buen número de creadores", ha reflexionado el Monarca sobre la ciudad que vio nacer también a otros premiados con el Cervantes: Juan Marsé, Ana María Matute y Juan Goytisolo.

Ha precisado a continuación que este ecosistema ha sido posible gracias a la labor de "muchos profesionales", desde agentes literarios como Carmen Balcells hasta quienes componen "el innovador tejido industrial y empresarial del sector del libro barcelonés": artes gráficas, editores, libreros y distribuidores.

En este punto, ha puesto también de relieve la condición de Barcelona como "lugar fundamental en las andanzas de Don Quijote de la Mancha" y ha aludido a la "clara" influencia de la obra de Cervantes en la narrativa del autor barcelonés, "cuyos personajes concitan asimismo sentimientos de hilaridad y compasión".

Mendoza obtuvo el Premio Cervantes el mismo año en que comenzaba la conmemoración del cuarto centenario de la muerte del genial escritor, del que "sigue viva su obra y siguen vivos su influencia y sus valores", según ha resaltado el Rey, para quien el galardonado "es, sin lugar a dudas, una excelente muestra de esta pervivencia".

"Pocos escritores contemporáneos han contribuido tanto al fomento de la lectura entre jóvenes y adultos como Eduardo Mendoza, demostrando que la popularidad no tiene que estar reñida con la excelencia", ha afirmado igualmente don Felipe en su discurso.

Además, el Rey ha puesto el énfasis en la cervantina "mirada compasiva" de Mendoza hacia sus personales y ha recalcado que su "maestría" en el uso del idioma español y la de los galardonados con este premio en ediciones anteriores contribuye a "aumentar ese tesoro intangible, vivo, en continua evolución, que es la lengua castellana, compartida por más de 500 millones de habitantes".

Por su parte, el ministro de Cultura, Íñigo Méndez de Vigo, en su reflexión muy teatralizada y llena de humor, ha defendido que parte de la grandeza de la prosa de Eduardo Mendoza está en "ese limbo" que hace imposible tomarse "totalmente en serio" sus novelas, aunque sea todavía "más imprudente" tomárselas "totalmente a broma".

"Es posible que su aportación más notable a las letras del momento sea esa lección: que leer a un autor es un ejercicio entretenido en sí y que nada obliga al lector a catalogar lo que está leyendo según unos parámetros previamente establecidos", ha subrayado.