«Ha sido como descubrir un tesoro». Con esta frase describe Rafael Gil su trabajo de investigación en los fondos artísticos de la diputación de València. Un total de 4.500 obras que yacían sin apenas registro en unos almacenes de Bétera, a pesar de que, para los cinco investigadores que han dedicado un año a su análisis, el hallazgo supone un cambio fundamental en la historia del arte valenciano. «Hemos descubierto un siglo XX del que no se tenía conocimiento en nuestro territorio, mucha vanguardia y modernidad», asegura Gil en una entrevista a Levante-EMV.
Para el profesor, que ha dirigido al equipo de la Universidad de València, el siglo pasado se estudia bajo «el yugo» del Franquismo, que prohibió toda la abstracción y la figuración, pero «no se tiene en cuenta que hay artistas que salieron fuera, que estuvieron en contacto con las vanguardias y encima becados por una institución pública».
Se refiere a los pensionados de la diputación. Jóvenes artistas entre los que se encontraban Sorolla, Pinazo, Benlliure o Ribera Berenguer que recibían becas para formarse en el extranjero (normalmente Roma o París) durante dos o tres años y cuyas obras pasaban a formar parte del archivo de la diputación. Una práctica que se extendió desde 1863 hasta principio de 1980.
De los pensionados, reconoce Gil, ya se tenía constancia. Él mismo fue discípulo de la primera investigadora autorizada a bucear en los archivos durante la transición, Carmen Gracia, gracias a la que se ha hecho alguna muestra desde esta perspectiva.
«Lo que no se sabía era la magnitud de estos fondos, ningún museo de València tiene una colección similar: ni el IVAM, ni el Ateneo Mercantil, ni si quiera el Museo San Pío V tienen unas obras que expliquen todo el siglo XX de una forma tan completa», asegura Gil, que insiste en remarcar que lo que más le ha sorprendido no ha sido «la cantidad o los autores que han encontrado, sino, el hecho de que no falta nadie, están todos».
Hallazgos en femenino
Uno de los descubrimientos más importantes tras bucear en los archivos ha sido comprobar que la mitad de los solicitantes de la pensión artística eran mujeres. «Nos parece algo muy moderno que en los años 60 les concedieran la beca a tres de ellas, las primeras pensionistas de la diputación: Aurora Valero, Carmen Mateu y Carmen Lloret», asegura Gil, que critica que no se conocía «nada» del alto grado de participación femenina en el arte vanguardista valenciano. «Además», añade, «presentaban obras muy complejas, instalaciones efímeras tipo ´performance´ mucho más modernas que un lienzo».
«También nos ha sorprendido la historia de un cuadro que nos ha dado mucha guerra, el retrato de la condesa de Sirac», relata.
Un cuadro que ha figurado como anónimo «hasta ayer». «Es una obra de Vergara, un encargo que hizo la diputación de la condesa cuándo murió, era una benefactora del Hospital General y pretendían recaudar dinero para la cura de mujeres», relata. «Y esto, a finales del siglo XVIII», recalca para sacar a relucir las palabras que eligieron para la exposición de este fondo: memoria de la modernidad.
«En Cataluña», criticó, «tienen mucho orgullo de la conexión de su arte con las vanguardias, aquí tenemos lo mismo y lo que es extraño para mi es que esté en unos almacenes y nadie haya apostado por difundirlo».
Falta de interés político
La forma de acceder a ese fondo, reconoce, «no ha sido siempre tan fácil». Ellos son el primer equipo en adentrarse en estas obras, catalogarlas e investigarlas. «Hasta hoy, que está en la imprenta, ni siquiera había un catálogo razonado de los fondos y el porqué es muy claro: por ignorancia o, quiero pensar, desconocimiento», asegura. Confiesa que este proyecto no se hubiese podido llevar a cabo «si el color político de la diputación fuese otro».
