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Muestra

El aislamiento visionario de Anzo

El IVAM dedica por primera vez una exposición individual al artista valenciano - La muestra exhibe 80 obras del pintor en las que reflexiona sobre la soledad del individuo, fruto de la alienación teconológica

Las obras del artista se acercan a piezas escultóricas, mediante materiales propios de maquinarias y con el individuo en el centro del engranaje. Germán Caballero

En España, según los últimos estudios, un 96 % de la población adulta tiene teléfono móvil y el 73 % cuenta con ordenador. Hoy en día resulta casi imposible escapar de la tecnología.

El artista valenciano José Iranzo Almonazid, «Anzo» (Utiel,1931- València,2006) fue un visionario y a través de sus obras alertó y reflexionó allá a finales de los 60 en cómo la tecnología engullía y convertía al individuo en una pieza más del engranaje. Se convertía en elemento de maquinaria industrial y consumista.

Ochenta de estas obras del artista valenciano forman la exposición «Anzo. Aislamiento», que el Institut Valencià d'Art Modern (IVAM) exhibe hasta el próximo 5 de noviembre. Con piezas procedentes de la Fundación Anzo, el Museo Reina Sofía, el Museo de Bellas Artes o coleccionistas privados, la muestra recoge una selección de la etapa «Aislamiento» (1967-1985) del artista de Utiel.

Las obras fueron presentadas ayer por el director del IVAM, José Miguel G. Cortés; la hija de Anzo, Amparo Iranzo; y el comisario de la exposición, J. Ramón Escrivà.

El conjunto se centra en esta época por ser la de «mayor calidad», según el comisario, quien junto con G. Cortés, recordó que es la primera exposición individual que se hace de Anzo en el centro cultural. «Se pone fin a una injusticia histórica sobre Anzo, que ha permanecido demasiado tiempo en el olvido y ahora entra por la puerta grande en el IVAM», dijo G. Cortés, a lo que la hija del artista añadió: «Espero que esta muestra sirva para que Anzo tenga, por fin, la visibilidad que se merece».

Los tres destacaron el carácter «visionario» de Anzo durante este periodo en el que denuncia la soledad, la alineación y el cautiverio interior, a modo de reflexión sobre la «incomunicación» del individuo «empequeñecido frente a una sociedad deshumanizada por la técnica; una llamada de alarma ante los alienantes efectos derivados del progreso industrial y la moderna sociedad de consumo». (¿Qué diría hoy?) Escrivà incidió así en «la vigencia de su discurso en torno a los peligros de la tecnología y la denuncia de un mundo claustrofóbico». El comisario señaló, además, «la gran calidad» plástica de Anzo.

En esta etapa, tras sus años pop, comienza utilizando óleo y pasa progresivamente a piezas metálicas, mecánicas y circuitos integrados que rodean a un personaje que es a la vez sujeto y víctima y que hoy llegan al IVAM.

De hecho, la galería 7 del IVAM, que acoge la muestra, expone en una estantería -que bien podría ser de una de esas oficinas alienantes que denuncia Anzo o nichos de un cementerio- esos materiales que el artista utilizó en este momento artístico y que ven ahora la luz por primera vez.

Dos décadas de obsesiones

«Aislamiento» pone el foco -a modo de «caso de estudio», como dijo su comisario- en cerca de 20 años de trabajo de Anzo, y en el que salen a flote sus obsesiones. Recorre las primeras obras de esta etapa, pasa por su participación en la Bienal de Venecia de 1968 y aborda la idea del círculo o el laberinto.

La exposición, además, pone la obra de Anzo en diálogo con otras disciplinas como la literatura, la documentación de la época o el cine. Incluye la proyección completa de la película La cabina (1972), de Antonio Mercero, y protagonizada por José Luis López Vázquez.

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