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Festivales de música

Los jóvenes dan el salto a la arena

Los aficionados a los certámenes de música sustituyen las tradicionales fiestas en el pueblo familiar por los decibelios y la convivencia en un 'camping'

"Aquí el tiempo se detiene. Cuando nos vamos parece que hayamos estado aquí una década". Anna es una de los miles de valencianos que cada verano emigra de su localidad a un festival. En su muñeca derecha lucen las pulseras raídas del Arenal Sound, del Viña Rock y del Rototom. Una por edición que ha asistido. "Al principio nos íbamos de viaje al pueblo de la familia de un amigo, pero desde hace tres años sólo vamos a festivales. Es un plan barato en el que la diversión está asegurada". Tiene 24 años y estudia Derecho en la Universitat de València. Acudió por primera vez a un festival con 20 años. Fue el Feslloch, el certamen de música en valenciano de Benlloch, al que ahora ha regresado para ver de nuevo a dos de sus artistas favoritos, Xavi Sarrià (exvocalista de Obrint Pas) y Josep Nadal (exvocalista de La Gossa Sorda). "El primero no se recuerda como el más especial, pero sí es con el que pierdes la timidez", apunta.

"En realidad, de lo que se trata es de convivir. Como hacíamos en los campamentos de verano a los que nos mandaban nuestros padres cuando éramos más pequeños, sólo que ahora necesitamos esa experiencia con un aliciente cultural", asegura. El fenómeno musical y 'festivalero' llegó a la vida de Anna a través de plataformas como Youtube o Spotify. Es la cultura del link. "Descubres canciones y grupos sin darte cuenta. Y vas de uno a otro. La mayoría de veces, cuando estudias para los exámenes de junio", bromea la joven. Este año también asistirá al FIB para ver en directo a Red Hot Chilli Peppers.

Cataluña (166), Andalucía (118) y Madrid (110) lideran el ranking de comunidades que acogen festivales durante todo el año. La Comunitat Valenciana les sigue de cerca en el cuarto puesto, sin embargo, gana por goleada en cuanto al número de certámenes en verano. Sólo entre junio y septiembre cuenta con más de 15, y entre ellos se sitúa el festival más multitudinario de España, el Arenal Sound con 300.000 asistentes en 2016.

Anna viajó a Benlloch junto a su grupo de diez amigos el pasado jueves, y lo hizo en tres coches. Se llevó pocas pertenencias. "Suelo improvisar siempre", añade.

La excitación ante el cartel programado y las futuras anécdotas en el 'campamento base' suelen posponer los preparativos para el último día. La lista de la compra cuenta con unos cinco imprescindibles: pan de molde, jamón, hummus, ron y/o ginebra y alguna lata (comúnmente, de albóndigas). Luego viene aquello de: "¿Quién se quedó el toldo el año pasado?", "¿Nos acordamos de limpiar la tienda?", "¿Quién conduce?". Y más tarde, viene la preocupación por el 'mobiliario' campero: la mesa, las sillas, las colchonetas, las esterillas y las neveras.

Plantar la Qhechua

Emprender el viaje es una odisea, pero la llegada implica muchos pasos a seguir. El principal reto que se plantea es encontrar el mejor sitio para instalar las Quechua. Es decir, aquel que esté lo suficientemente cerca de los conciertos y que sea fácilmente localizable, incluso de noche. "Solemos utilizar banderas para ver el grupo de tiendas cuando llegamos de los conciertos", explica Anna. Ella utiliza una bandera del Rototom, aquella con el león y las franjas de color. Una vez se han montado las tiendas y se han traído los enseres de los coches, el objetivo pasa a ser proveerse de lo necesario para ir al concierto. Entre los complementos irrenunciables suele estar la riñonera, el bañador, los pantalones vaqueros cortos, las gafas de sol o las deportivas. "Una vez llevas lo necesario, sólo hay que dejarse llevar. El calor y el cansancio son lo peor de los festivales. Hay días en los que estás tan cansado que estarías dispuesto a perderte algún que otro concierto. Pero te esfuerzas en ir. Los días se pasan muy rápido", asegura.

La peregrinación hacia el supermercado local se torna obligatoria a partir del segundo día, sobre todo para comprar "agua, algún plato preparado y una sandía o melón, según el gusto del grupo", detalla Anna. Tiene que cortar la llamada. La tecnología no es la mejor aliada de los festivales de verano. Las baterías móviles se agotan, al contrario de las ganas de los festivaleros por pisar la arena.

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