Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Román continúa creciendo

El torero de Benimaclet destaca en una faena de inteligencia y capacidad al buen tercero - Rafaelillo tira de oficio y experiencia, corta una oreja y brinda el cuarto de la tarde a Adrián Hinojosa, el niño valenciano que quiso ser torero

La tarde de los cuadris fue la elegida por la empresa para que Román demuestre a sus paisanos que el triunfo obtenido en la Feria de Julio del año pasado, en la que inició su particular remontada, no fue fruto de la casualidad. El joven valenciano volvía al mismo escenario y con los mismos toros. Esta vez no hubo sobrero de Algarra, pero sí un cuadri que hizo tercero para ratificar que quiere y puede ser torero de ferias, aunque últimamente le esté tocando bailar con la más fea.

Ya en el inicio de la lidia al mencionado tercero se estiró a la verónica y obtuvo tres buenos lances que fueron jaleados por el personal. Leyó perfectamente la condición del astado y, ya con la muleta en la mano, le dio la distancia precisa, el cite justo y el toque correcto. Surgieron, entonces, los primeros derechazos mandones a la altura exacta para que el toro fuera cogiendo confianza. Otra serie, más encajado, de mayor largura, con la que acabó de meter al toro en la muleta.

Pero lo mejor de Román y el toro estaba por llegar. El pitón izquierdo del cuadri era una mina de petróleo que había que saber extraer. Y ahí pudimos ver la verdadera evolución del de Benimaclet. Supo aguantar con entereza la fiereza contenida del morito y gobernar con tino y exposición una embestida seria y de mucho octanaje. Después de esta serie de naturales, la plaza, entregada, se puso en pie. Lástima que el valenciano no volviera a insistir por ese pitón, algo que le hubiera dado mayor entidad a su labor. La falta de rúbrica con la espada desbarató un triunfo muy deseado por la afición valenciana, que quería premiar al único diestro del Cap i Casal que ha dado la cara tanto en Fallas como en Julio. Y eso debería tener premio. Ante el sexto no tuvo opción, aunque lo intentó con sus medios.

Rafaelillo volvía a València tras su incomprensible exclusión de los carteles falleros y, como siempre, el murciano dio la cara. Al que abrió plaza lo toreó como el gran experto que es en este encaste. Ese cuadri, en otras manos, no hubiera tenido ni un pase. Cómo metió al toraco de 640 kilos en su muletita es materia de estudio taurómaco: elección de terrenos, los muñecazos finales de cada muletazo. La suavidad y el mando para pulsear su incierta embestida se tradujo en una obra maciza y redonda que mereció la oreja lograda. Con el cuarto, que brindó al cielo en memoria del niño Adrián, realizó una lidia antigua de principio a fin ante la agresividad de su oponente.

Alberto Gómez no se entendió con el bravo quinto, el mejor cuadri del encierro de ayer y el toro más serio. Con el segundo, que se apagó pronto, se mostró dispuesto pero con las carencias lógicas del que no torea.

Compartir el artículo

stats