El parné, como diría el propio Miguel de Molina, ha llegado a tiempo para zanjar la polémica sobre el lugar de descanso de los restos mortales del cantante de «La bien pagá». La Fundación Miguel de Molina, sita en Madrid, ha abonado los 115 euros que evitarán que el cuerpo del artista malagueño sea exhumado e incinerado en el Cementerio de Chacarita en Buenos Aires, donde se ubica el panteón que posee la Asociación Argentina de Actores en el que descansa el artista junto a figuras como Carlos Gardel o Celia Gámez.

Pese al revuelo generado por el impago del nicho durante seis años, la entidad que vela por el legado del artista niega que los restos mortales estuvieran alguna vez «en peligro». «La deuda se debió a un error humano, un descuido. El cuerpo de Miguel de Molina no podría ser exhumado por ese motivo. De hecho, el artista tendría que haber sido incinerado hace años debido a su antigüedad», asegura Alejandro Salade, director de la fundación y sobrino-nieto del artista.

Según ha informado la Asociación Argentina de Actores, los artistas fallecidos pueden permanecer en el panteón 10 años. A partir de ese momento se inicia un proceso en el que los familiares tienen que decidir si pagar un canon o dejar que su familiar sea incinerado para dejar espacio a más socios.

«Los aristas no pueden permanecer ‘en cuerpo’ allí para siempre, aunque sí sus cenizas. Sin embargo, Miguel de Molina es alguien muy especial en este lugar, que ya es una parada obligatoria para los fans del cantante», apunta el argentino, quien insiste en que «el dinero nunca fue el problema». «Mantener el nicho en el panteón cuesta 22 euros al año, una cantidad ridícula para que el cementerio se plantee incinerar un cuerpo de una figura así ante un impago». La fundación abonará además 19 euros al año para asegurar la permanencia de Molina en el panteón hasta 2020, ya que los nichos no pueden ser comprados, sino alquilados.

«Nos ha entristecido cómo ha llegado el asunto a la opinión pública. Se han tergiversado algunas cosas», lamenta Salade.

Todo comenzó a principios de esta semana, cuando el Grupo para la Recuperación de la Memoria Histórica (GRMH) alertó sobre la posible exhumación de los restos de Miguel de Molina del Cementerio de Chacarita, y pidió «paralizar el procedimiento de desahucio». Al parecer, una internauta argentina de origen malagueño dio el aviso en los círculos que los admiradores del artista mantienen en las redes sociales. La noticia corrió como la pólvora y el GRMH aprovechó para volver a pedir «la repatriación con urgencia» de los restos de Molina a España. «Ayer mismo la alternativa era el osario y la muerte definitiva», defendió el coordinador del GRMH, Matías Alonso, que insistió una vez más a las instituciones sobre la necesidad de «facilitar el regreso a la España democrática que los exiliados -como Molina- soñaban entonces». Alonso anunció ayer que iniciarán varias «gestiones» con las instituciones españolas en septiembre.

«Argentina es su casa»

En 2009, la Diputación de Málaga renunció a la repatriación de los restos de Miguel de Molina al no autorizar la familia del artista su traslado desde Argentina. La institución provincial incluyó su regreso a España como uno de los actos conmemorativos previstos para el centenario de su nacimiento.

«Mientras viva, yo no pienso dar el permiso», aseguró Asunción Frías Molina, hermana de Miguel de Molina, quien explicó que «nunca escuchó» que el artista pidiera cuando estaba vivo que, al morir, le llevaran a España, donde sus actuaciones estuvieron prohibidas durante el régimen franquista y donde fue recriminado y maltratado por su homosexualidad.

«Argentina es la casa de Molina. Allí es donde fue feliz y donde actuó con libertad», asegura Alejandro Salade, quien además apunta a que todavía no se ha cumplido uno de los deseos del artista: que su legado -fotografías, vestuario artístico y objetos personales- permanezca en Málaga.