Román está recorriendo un trayecto desnivelado y difícil de transitar que desembocó anteayer en la puerta más recóndita del palacio: la plaza de toros de Madrid. El valenciano, que entró al espacio reservado para los elegidos, atiende a Levante-EMV camino de la ganadería de Alventus para prepararse con dos toros a puerta cerrada de cara a sus próximos compromisos. Las personas ambiciosas nunca descasan. El joven de Benimaclet habla como un degustador que encuentra el ingrediente escondido de un plato o el secreto de un vino: «Jamás soñé una puerta grande tan bonita, salir a hombros de Las Ventas es lo que cualquier torero quiere», declara. «La tarde empezó mal porque me entró un ataque de ansiedad después de hacer el paseíllo», asegura el joven diestro de 24 años. Todo surgió por una infiltración en la mano derecha y no tenía sensibilidad para poder torear: «Me puse histérico y me tuve que ir a la enfermería para tranquilizarme», sentencia. Román lidió un encierro de El Tajo y la Reina, propiedad del diestro Joselito, junto a Iván Vicente y Juan Leal el día de la festividad de La Paloma.

El torero manifiesta que «había pinchado toros importantes pero el triunfo tenía que llegar tarde o temprano porque tengo claro mi camino». A la pregunta de cuál es su senda en el toreo, el joven responde que «es la vía del triunfo porque no quiero bajar la guardia ninguna tarde».

Sobre las dos faenas con las que consiguió la llave de la deseada puerta grande de la plaza más importante del mundo, argumenta que: «La segunda faena fue muy bonita y torera pero me quedo con mi primera labor porque no podía torear con la mano derecha y veía que el toro era mucho mejor por el lado derecho. Tuve que torearlo por el pitón izquierdo, donde el toro me embestía por dentro. Fue una faena de apostar mucho porque el toro tenía genio, a diferencia del sexto de la tarde que tuvo mucha clase».

El vestido verde botella y oro, que estrenó el día de su alternativa en Nimes el año 2014 «es un traje talismán que guardaré en un vitrina para siempre». Asimismo, las dos cabezas de los toros que le tocaron en suerte, «Resabido» y «Oracundo», las mandó disecar para tenerlas de recuerdo.