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Protagonista

Román alza el vuelo

El valenciano aprovecha sus últimas actuaciones para reivindicarse

Román alza el vuelo

Sin trampa ni cartón, con el corazón y la cabeza puestos en el objetivo: ser torero de temporada. Y a fe que Román Collado lo está consiguiendo. La receta es bien sencilla: valor, personalidad y confianza. La progresión en la tauromaquia del valenciano es una realidad que ha demostrado ante la cara de ejemplares de ganaderías exigentes (Cebada Gago, Cuadri y Miura), que ha acabado por rendir el juicio de los aficionados más conspicuos. Puede y sabe torearlos. También con astados de divisas con menos nombre, cuya calidad le han permitido exhibir su mejoría y abrir, por ejemplo, la puerta grande de Las Ventas.

El punto de inflexión en la carrera del joven espada valenciano ha sido, precisamente, el mencionado suceso venteño. Un mérito que ha perseguido con ahínco desde que confirmara alternativa en el coso madrileño. Sin ir más lejos, esta temporada se ha anunciado en tres ocasiones: las dos de San Isidro y la del pasado 15 de agosto, en la que logró tan ansiado triunfo. Y todavía le queda una cuarta, la de la Feria de Otoño, ante toros de Fuente Ymbro, en un momento clave en la que otro éxito significaría el espaldarazo necesario para ocupar los puestos de salida en las primeras ferias de 2018.

Dimensión ante un Miura

Pero la faena que más ha llamado la atención de los aficionados y los profesionales taurinos ha sido la realizada en Bilbao ante un buen toro de Miura. Era la primera vez que Román se las veía con los astados de la legendaria divisa de Zahariche. El sexto de la tarde, segundo del lote del valenciano -un ejemplar de 657 kilos, de impresionante y armónica estampa- se entregó en su muleta y exhibió una singular nobleza. Los méritos de Román para que “Jarrero” exhibiera todo lo que llevaba dentro fueron muchos. Desde la serenidad con que resolvió tan crucial desafío, siempre encajado con su oponente y sin perderle un paso; la manera de colocarse, como si se tratara de un diestro experto en este encaste, hasta el acierto en la elección de los terrenos para que el animal rompiera hacia delante. Los naturales, más importantes que los derechazos, acabaron por convencer a la afición vizcaína. Fue, en definitiva, una obra de gran magnitud planteada por ambos pitones. Y la estocada, una de las más sinceras de la Semana Grande, colofón perfecto a una lidia que ha marcado un antes y un después en la vida profesional del valenciano.

Si agosto ha sido un mes clave, septiembre debe confirmar que estamos ante un diestro que cierra una etapa y comienza una nueva andadura. Las citas para demostrarlo son, como ha plasmado perfectamente el propio torero en las redes sociales, un auténtico comecocos que empieza hoy ante los pupilos de Dolores Aguirre en la localidad madrileña del Álamo y que tendrá su punto álgido en la corrida del próximo día 8 en la Feria de Nuestra Señora de San Lorenzo Valladolid, en la que lidiará un encierro de Daniel Ruiz junto a El Juli y Roca Rey como sustituto de José María Manzanares. El camino del de Benimaclet estará jalonado de compromisos que se antojan clave, como su debut en la logroñesa Feria de San Mateo con los victorinos y que finalizará en la madrileña Feria de Octubre, en la mencionada corrida de Fuente Ymbro. Hagan sus apuestas.

Un torero diferente

Uno de los pilares del éxito del valenciano es su determinación por querer ser torero. Lo ha demostrado desde sus primeras actuaciones como novillero. Una pasión desmedida que renueva con el paso de los años y que ha sabido comunicar cada vez mejor, gracias a su sinceridad y evolución en el ruedo. Román es un diestro que implica al espectador en su afán por cumplir con su destino, pese a los obstáculos que le van saliendo al paso. Si el objetivo es importante, también lo son los medios que emplea para superar las dificultades.

La búsqueda de su esencia es parte de su atractivo como artista, de la catarsis necesaria para que el público siga con atención su carrera. El torero nos invita a acompañarle en su viaje, a esperar, a alegrarnos, a enfadarnos, lo que lo hace mucho más atractivo y humano, ya que provoca las emociones necesarias en el tendido para que el personal esté pendiente de su figura. El joven coletudo es uno de los nuestros.

A Román se le quiere por su humanidad, su sinceridad y su desparpajo. Lo que veis es lo que hay, parece decirnos. Su capacidad de trasladar esa pasión a los tendidos es una poderosa arma de convicción masiva que genera adhesiones inquebrantables, que van más allá del ámbito local y están aunando las voluntades de muchos aficionados que ven en él un diestro necesario entre tanta monotonía actual en el escalafón superior.

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