Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Análisis

Las edades de Ponce

El torero chivano ha construido una tauromaquia por la que parece no pasar el tiempo

Las edades de Ponce

Enrique Ponce es un caso insólito en la historia reciente de la tauromaquia. Uno de los pocos toreros que ha conseguido resolver a su favor la ecuación que pivota entre los dos presupuestos básicos del arte del toreo: conocimiento de las reses y conocimiento de las suertes. El valenciano destaca por la innata facilidad con que entiende las reacciones del animal en el transcurso de la lidia, al tiempo que aplica el remedio preciso para extraer lo mejor que lleve dentro. Una inteligencia natural puesta al servicio de las condiciones cambiantes de su oponente con un único objetivo: mandar sobre el toro; pero no de cualquier forma, sino escogiendo la que entiende como mejor posible y llevándolo entregado en la muleta con elegancia.

La técnica es, pues, fundamental en la visión artística del valenciano, como lo es en realidad en la de cualquier artista que se precie como tal. También la capacidad para entender qué es lo que le conviene al toro en cada momento. Por eso el de Chiva es un torero que entra mejor por la cabeza que por el corazón. Es más cerebral que cordial, lo cual no implica necesariamente que su toreo carezca de emoción, aunque ésta suele venir mediada por el intelecto. A Ponce se le admira por la difícil facilidad con la que ejecuta su arte, por ser lo que estaba destinado a ser: una figura del toreo. Ponce tiene que estar bien porque es Ponce, no concebimos otra posibilidad. Es más; si está mal lo juzgamos con tremenda dureza. El sacrificio por mantenerse siempre en primera línea debe ser tremendo, ya que el público no valora lo evidente; no advierte los obstáculos que tiene que superar el artista porque su lucha es interior. Resulta invisible a los ojos de los demás, no se comunica. Es el silencio creador.

La tentación de falsear la obra de arte, de buscar el halago fácil, cuando tantas tardes te sientes un incomprendido debe de ser poderosa y el desgaste personal, tremendo. Ser fiel a uno mismo es el verdadero reto del artista dotado de talento natural para cualquier disciplina. Cumplir con tu destino sin que nadie te lo reconozca como tú crees que mereces. Artistas de gran amor propio, tremendamente sensibles a la menor de las críticas. Duele cuando otros toreros que crees menos dotados que tú cuentan con el favor incondicional de los aficionados, que abarrotan las plazas cada vez que se anuncian en los carteles. Al final se cumple la máxima de que todos los artistas buscan el aplauso del público, el verdadero, que es el que te redime de ti mismo. Como decía C.S. Lewis, «nada es verdaderamente nuestro hasta que lo compartimos».

Cruzar la raya

Pero hay otro Ponce, ese que también es capaz de atropellar la razón o, mejor dicho, olvidarse de ella. El torero que es capaz de lanzar la moneda al aire, de jugárselo todo a una carta, el que nos emociona de manera directa. ¿Por qué ocurre esto? El espectador entiende que el héroe se enfrenta a una contingencia para la que las armas con las que le hemos visto luchar siempre resultan insuficientes. Debe superar un obstáculo con la ayuda de algo o alguien que le es ajeno y que no controla. Puede serle favorable o adverso. Sentimos, entonces, de veras que el valenciano muestra su auténtica dimensión artística cuando, en realidad, está llevando su filosofía al extremo sin dejar por ello de ser consecuente con sus principios. Me explico. El objetivo de Ponce, como el de cualquier torero que se precie de serlo, es someter al toro. Si para ello es necesario cruzar la raya, pues se cruza, qué remedio. Lo que ocurre es que son tan pocas las veces que el de Chiva se enfrenta a un oponente que pueda poner en jaque su tauromaquia que las que ha resuelto de esta manera, con ser pocas, son las más celebradas por los aficionados. La que más, la impresionante faena ante «Lironcito» el 27 de mayo de 1996 en Madrid, una de las piedras angulares de su vida profesional. Esa tarde puso de acuerdo a todos los aficionados. Cuestión en la que parece empeñado todavía tras 28 años como matador.

Compartir el artículo

stats