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Música

Hay vida más allá de los festivales

València carece de una gran sala que programe conciertos con regularidad, pero hay decenas de locales pequeños y medianos que ofrecen rock en directo casi a diario - Sus propietarios muestran un presente «optimista», pese a la falta de relevo generacional en bandas y público

Hay vida más allá de los festivales

Al loro -que diría aquel-, que no estamos tan mal. Que esto no es un desierto, que aunque por aquí no pasen The National o los Foo Fighters, y ya no digamos AC/DC o los Rolling Stones, València «es la ciudad de España en la que se programa mejor música en directo». Lo dice Sergio, propietario de Magazine (calle Pérez Escrich), uno de ese buen puñado de buenos locales de la ciudad que permiten disfrutar de artistas en vivo casi cada día de la semana. Cierto es que muchos añoran aquellos conciertos en Arena en los que hasta 4.000 personas podían bailar con los grupos más punteros del rock mundial. Pero ahora ni la ciudad cuenta con un espacio con ese aforo para escuchar rock, ni nadie parece que se atreva a montarlo. En València ciudad, y más allá de los auditorios, grandes espacios públicos y discotecas transformables, no hay lugar que acoja con regularidad semanal a más de 500 espectadores. «Pero las cosas cambian y yo no echo de menos eso -insiste Sergio-. Los grupos que vienen flipan con València y no deberíamos tener envidia de los demás».

¿Demasiado optimismo? Es posible, pero también es extraño que en lugar tan ciclotímico como el nuestro, tanta gente esté de acuerdo en que el momento es, por lo menos, moderadamente bueno: hay locales, variedad de horarios, buenas bandas y cantantes, y suficientes parroquianos para que los que se dedican profesionalmente a esto de acoger y ofrecer música no se mueran de hambre. «No nos vamos a hacer ricos, pero tampoco hacemos esto para serlo», subraya Sergio. «Los que nos dedicamos a esto lo hacemos para no tener que salir por ahí, poder beber gratis y, sobre todo, traer a las bandas que nos gustan».

Ese es uno de los lugares comunes entre los propietarios de locales que ahora mismo ofrecen en València música en directo. En los carteles que diseñan dominan los artistas preferidos por ellos. Eso, claro, tiene un problema: la mayoría de los propietarios superan los 40 y traen grupos de rock «ad hoc». Quizá por eso apenas se vea entre el público a personal veinteañero que haga soñar con un relevo generacional.

Black Note (calle Polo y Peyrolón) es de los locales veteranos (cinco lustros celebrará en 2018) y veterano es su público. Empezó como local para degustar música negra pero en los últimos años ha abierto el abanico para poder subsistir. José Sendra, su propietario, lo reconoce y no lo lamenta. «La edad media de la gente que viene a nuestros conciertos es de unos 40 años, y ese es nuestro objetivo. Lo que sacamos de entrada va para los grupos, así que nuestro beneficio está en lo que sacamos en la barra. La gente de 20 años económicamente cada vez está peor y no consume».

Tulsa Cafe (calle Juan Giner) es otro de los veteranos, un lugar tranquilo en el que desde hace 18 años se programan actuaciones de grupos mayoritariamente valencianos, en acústico y en horarios que permiten después al público salir a cenar. Giusseppo, uno de los propietarios, defiende la modestia de la propuesta, destinada «a gente que respeta la música, gente que ha crecido con nosotros y que incluso ahora viene con sus hijos pequeños». En su caso, el público veintañero tampoco está entre lo que los modernos llaman «target». «El público más joven va a sus cosas. Viene cuando programamos a bandas de gente de su edad, pero es que las bandas de rock de veinteañeros también escasean. Y tampoco nos interesa cambiar nuestro estilo. Igual que no servimos cócteles que no sabemos hacer, no programamos música que no controlamos». Para Giusseppo, el estado musical de la ciudad tampoco es malo: «se puede mejorar, pero ahora hay más oferta que hace años y los grupos actúan más que antes. Otra cosa es que puedan vivir de eso».

Entre los locales de música en directo de mayor aforo (unas 300 personas), Loco Club (calle Erudito Orellana) es un referente tanto por la calidad de sus actuaciones en lo que a rock y adyacentes se refiere, como por ofrecer música en vivo casi todos los días. Además, es de las veteranas. «El local empezó a finales de los 90 como el Loco Mateo y programaba flamenco. Después fue encaminándose poco a poco hacia el pop, el rap, el funk. Nosotros lo gestionamos desde 2009, enterramos al Mateo y lo encaminamos al rock, soul, pop, country y mucho grupo extranjero», explica Lorenzo, uno de sus actuales propietarios.

También él tiende al optimismo, sobre todo cuando mira hacia la programación de las próximas semanas. «En septiembre tenemos programados de 12 a 14 conciertos y en octubre de 20 a 25. Miércoles, jueves, viernes, sábado y domingo tenemos conciertos». Tras muchos años en el negocio, confían en su olfato para traer a las bandas que les gustan y que gustan a la clientela fiel. Fiel pero, también en este caso, veterana. «El rock se ha hecho mayor y el público también. El nuestro suele ir desde los 30 a los 55. El público más joven prefiere ir a festivales, e incluso los grupos formados por gente más joven parece que le tengan miedo a las salas pequeñas, piensan en festivales, que es la imagen que tienen ellos de lo que ha de ser la música en directo».

Más reciente, pero con una capacidad cercana a la del Loco (280 espectadores) y una propuesta orientada también hacia el rock más clásico, es el 16 Toneladas (calle Ricardo Micó). «Abrimos en marzo de 2014 pero hasta conseguirlo estuvimos cuatro años buscando -relata Jose, uno de sus impulsores-. Era muy difícil encontrar en la ciudad un espacio para lo que nosotros pretendíamos y que cumpliese con la normativa. Ahora creo que, desde que abrimos nosotros, ya no queda ninguno». Explica Jose que, pese a la fama que tiene València, la oferta de música en directo es de las mejores de España. «Puede que desde fuera parezca que hay poca competencia, pero para el público que hay, en la ciudad hay mogollón de conciertos. Creo que eso es una buena noticia».

Eso sí, como en los anteriores testimonios, éste también reconoce que el relevo generacional parece lejano. «La gente que suele venir por aquí ronda los 4o años -explica Jose-. A veces hago conciertos de grupos que mueven a público de 2o años pero no son nada rentables». La explicación, según este veterano en casi cualquier aspecto del negocio musical, tiene que ver con los cachés de los artistas: «por la crisis de la música, los artistas que antes llenaban sitios de mil personas ahora tienen que actuar en sitios más pequeños. Pero sus cachés siguen siendo caros, por lo que tenemos que poner entradas caras y las entradas caras espantan a los más jóvenes o les impiden consumir nada porque ya se lo han gastado todo en la entrada». Mal negocio pues. De todas formas, Jose avisa de que no todo está perdido y que, aunque el 16 Toneladas no busca ese público, «algunas propuestas nuevas como la de La Residencia (carretera Fuente En Corts) sí están gestando nuevas escenas».

Para montar en marzo de 2016 el Peter Rock (calle Quart) Germán y su socio vinieron desde Argentina, y quizá por esa lejanía ve el panorama rockero del «cap i casal» con menos alegría. «Aquí cuesta mucho vender el rock´n´roll. En Argentina el rock está en la calle, y también en algunas ciudades de Europa, pero aquí no. Precisamente, nosotros elegimos situarnos en el Carmen, porque el barrio había perdido ese ambiente pese a ser un lugar histórico».

De nuevo en este caso, el público de sus conciertos y, sobre todo, el que acude a las sesiones de baile tras las actuaciones (más numeroso, reconoce) va desde los 30 larguitos a los 50 entraditos. «¿Por qué no vienen los veinteañeros -se pregunta Rodrigo-. No lo sé, pero está claro que tenemos que trabajar para que la generación más joven se involucre. Eso sí, de vez en cuando me aparece un chaval con una camiseta de Led Zeppelin, y entonces yo me quito el sombrero».

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