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Soporte y soportar

XX Premio de Piano Iturbi. Segunda Final.

PALAU DE LA MÚSICA

Solistas: Andréi Ivanou, Jorge Nava, Aya Sakamoto. Orquesta de València. Director: Bruno Aprea. Programa: Conciertos para piano de Schumann (en La menor) y Rajmáninov (Número 3 y 2). Entrada: Alre­de­dor de 800 perso­nas. Fecha: Viernes, 22 septiembre 2017..

Al igual que la primera, también esta segunda final del XX Premio Iturbi parecía más bien una final de alumnos de miembros del Jurado. Mala y bien labrada fama tras años y años de ocurrir lo mismo en el premio que lleva el nombre del gran pianista valenciano, y que sería el primer sorprendido ante estas reiteradas «casualidades». El primer finalista de esta segunda ronda, el ruso Andréi Ivanov, alumno de la jurado Natalia Trull, cuajó una versión limpia, correctísima y no exenta de lirismo y vuelo romántico del Concierto de Schumann, que alcanzó sus momentos de mayor entidad en el intermezzo central. En esta ocasión, las perrerías del director Bruno Aprea no pudieron hacer sombra al cuajado solista.

Arrojo, virtuosismo y alto control lució el hispano-boliviano Jorge Nava en su transparente y pulida versión del Tercer concierto de Rajmáninov. Sin el derroche de sonido y pulso que en este mismo concierto lució un día antes el también finalista Juan Carlos Fernández-Nieto, Jorge Nava -quien también ha pasado por el aula de Natalia Trull- tuvo la virtud añadida de no sucumbir al problema añadido del podio y ser capaz de que éste no destruyera su consistente versión. Resulta tan increíble como inapropiado que un premio de piano del fuste del Iturbi coloque a un director como Aprea para acompañar a los finalistas. En lugar de sentir el soporte del Maestro, todos los finalistas se han visto obligados a soportar su insoportable acompañamiento. El hecho de la vieja amistad y asuntos comunes -Fundación Eutherpe, de la que Joaquín Soriano es Vicepresidente y Bruno Aprea «Patrono de Honor» - entre el maestro italiano y el director artístico del Premio -ambos comparten, también en León, la dirección del «Curso para Pianistas, Directores y Joven Orquesta Leonesa»- en absoluto justifica este inmerecido flagelo a los inocentes finalistas del Iturbi. Son muchos los jóvenes directores de orquesta valencianos que podrían haber cumplido este cometido con infinita más ilusión y solvencia.

La última finalista en intervenir ha sido la japonesa Aya Sakamoto, artífice de un Segundo de Rajmáninov cuya mayor virtud fue que todo estuvo en orden. Algo importante de alcanzar siempre, y más aún en una obra tan conocida y delicada como esta, pero insuficiente para que la lectura alcance la excelencia artística precisa para ser laureada en cualquier premio importante, con crédito y prestigio. Ni que decir tiene que Bruno Aprea volvió a las andadas para enmudecerla sin mesura en todos los momentos de expansión sinfónica. Aplauso muy especial merece la Orquesta de València y su concertino, Enrique Palomares, quien con su saber hacer y maestría evitó en innumerables ocasiones el desastre al que conducía la ausencia sobre el podio de un maestro apropiado. Ninguno de los tres finalistas de esta segunda final eclipsan a la rusa Fatima Dzusova, que fue con diferencia la clara ganadora de la primera fase. Alea jacta est.

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