Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Crítica musical

La felicidad tranquila de Tardor

Concierto de Tardor en el Palau. juan jiménez escudero

El rock (o el pop, que uno ya no sabe) tiene muchas caras: la cara lasciva de Mick Jagger, la cara rabiosa de Johnny Ramone, la cara cínica de Johnny Rotten, la cara (ay la cara) de Debbie Harry? La cara de los Tardor el jueves por la noche en el Palau de la Música de València era la de estar a gusto en casa. Esa de cuando te quitas los zapatos al volver del trabajo, de cuando acabas de hacerlo con tu pareja, de cuando te quedas adormilado en el sofá? Era una cara de felicidad tranquila, sin histrionismo, como si hacer estribillos bonitos y que te los aplaudan sea la cosa más cotidiana del mundo.

El concierto tuvo más de presentación de disco que de concierto corriente. De Patraix, su tercer álbum, el público apenas conoce el tema que se ha usado como presentación - «Nevar a València», un hitazo (o al menos debería serlo) canónico- y puede también que «La llum incondicional». Por lo tanto, la reacción ante las canciones no era tanto de entusiasmo como expectación. Sospecho que había mucho familiar y mucho amigo de los artistas que observaba la actuación con la tensión del que acude a la lectura de la tesis del hijo listo de la familia.

Tras sonar un Bruce Springsteen ochentero a modo de declaración de principios, los cinco miembros de Tardor fueron apareciendo uno a uno sobre el escenario para recibir la correspondiente salva de aplusos. «Patraix», el tema de halo eufórico que da nombre y abre el LP, fue también el que abrió el evento. Para seguir recuperaron del disco anterior «Una ciutat invisible», quizá con la intención de demostrar que esa aspiración de pop normal y multitudinario no es una ocurrencia pasajera. De vuelta al «Patraix» pasaron por «La corda» y «La clau de tot», volvieron al pasado con «Vint-i-set», seguida de «Vint-i-huit» (lógicamente).

A esas alturas, la comodidad de los asientos ya estaba siendo vencida por la certeza de que se estaba en una actuación de rock (o de pop, uno ya no sabe) y no en una tesis doctoral. Ellos mismos, los Tardor, se iban soltando, se permitían algún paso de baile y a la altura del noveno tema de la noche - «L'Euforia», el single que publicó la banda entre disco y disco hace algo más de un año- el público ya se ponía de pie y se comportaba correctamente. Es decir, cantando en voz alta, bailando y jaleando a los artistas. «Nevar a València» demostró su vocación de himno, y «Autoretrat», que también da fin a Patraix remató el asunto. Lo remató, claro, momentáneamente, porque como un concierto sin bises es como un domingo sin paella, apenas unos minutos después, sin dar tiempo al respetable para acordarse de lo mulliditos que son los asientos del Palau, Tardor volvió a escena. «Marjal», «La llum incondicional» y «Vull que comprem una casa», todas ellas también del último disco, sirvieron para concluir la velada. Cuando se encendieron las luces, todos, no solo los músicos, lucían cara de felicidad tranquila, de haber estado muy a gusto.

Compartir el artículo

stats