El investigador valenciano Francisco Mojica y profesor de la Universidad de Alicante (UA) se quedó ayer a las puertas del Premio Nobel de Medicina por el Instituto Karolinska de Estocolmo por su descubrimiento del sistema CRISPR-Cas9, una tecnología de ingeniería genética que aprovecha un proceso natural del sistema inmune bacteriano y que ha revolucionado la medicina.

Mojica recibió la noticia en su despacho del departamento de Microbiología arropado por compañeros y amigos.

Desde que Mojica fuera olvidado en los Premios Princesa de Asturias de 2015, cuando el jurado decidió conceder el premio de investigación a las científicas Jennifer Doudna y Emmanuel Charpentier, que había desarrollado su técnica CRISPR, el investigador ha obtenido un buen número de galardones de indudable prestigio como el premio Jaime I de Investigación Básica, el de la Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento (categoría de Biomedicina) o el de la Fundación Lilly. Además, este año 2017, Mojica se ha convertido en el primer científico español en lograr el Premio Albany (el más prestigioso galardón de medicina de los Estados Unidos) y pocas semanas antes recogía en Londres el premio Plus Alliance a la Innovación Global, uno de los más valorados también del ámbito científico.

Ritmos circadanos

Finalmente, el galardón -dotado con cerca de 950.000 euros- ha sido para tres científicos estadounidenses por descubrir los mecanismos moleculares que controlan el ritmo circadiano, el «reloj biológico interno» por el que plantas, animales y humanos se adaptan a las rotaciones de la Tierra.

Las revelaciones de Jeffrey C. Hall, Michael Rosbash y Michael W. Young se aplican por ejemplo al jet lag que producen los viajes transatlánticos y a la función clorofílica de las plantas y han convertido la biología circadiana en un amplio y rico campo de investigación con implicaciones para la salud y el bienestar.

Usando de modelo moscas de la fruta, aislaron un gen que controla el ritmo biológico diario y codifica una proteína que se acumula en las células de noche y se degrada de día, además de identificar otros componentes que afectan a su «reloj autosuficiente interno», explicó la Asamblea Nobel del Instituto Karolinska de Estocolmo.