Entre sainetes y copas de licor de arroz. Así decidieron recrear la València literaria tres de los escritores valencianos que más han escrito sobre las costumbres de el «Cap i casal». Jaime Millás (Escenas de un burgués en la València del ochocientos), Marta Landete (¿Cuánto sabes de la Comunidad Valenciana?) y José Vilaseca (Historia de València en pildoritas) inauguraron ayer la mesa redonda «València en los libros» en la Fnac de la plaza Sant Agustí ante varios aficionados a la lectura y a la historia de la Comunitat.

«Nuestra intención es acercar la cultura valenciana a los lectores. València se descubre en los libros», aseguró ayer Quique Olmos, responsable de la editorial Sargantana, la que ha «apadrinado» a estos autores. El acto contó con elementos puramente valencianos, como el licor de arroz o la música, surgida de la guitarra del Tío Fredo, que ataviado con unas espardenyes y una faixa, amenizó a los asistentes con temas como el «Blues del all i pebre» o su particular oda a l´arròs al forn.

«València ha sido vista durante el periodo de la Renaixença como una ciudad particularmente religiosa, repleta de iglesias y de clérigos. Por aquel entonces contaba con 100.000 habitantes, demasiados para vivir dentro de murallas», explicó el autor Jaime Millás, que dedicó su último libro a su bisabuelo, Manuel Millás, autor de sainetes. «Las calles todavía no habían sido adoquinadas, no había agua potable y muchos de los edificios que componían la ciudad eran las llamadas fincas de l´escaleta, presentes en muchos sainetes», continuó.

Marta Landete, por su parte, dedicó su ponencia a repasar algunos de los inventos valencianos más destacados de la historia, como el de la Coca-cola, cuya fórmula fue iniciada en Aielo del Malferit, o el de la radio, que fue mejorada por el comandante de Segorbe Julio Cervera. «El nombre de estos valencianos se ha perdido en la historia, ya que parece haber pertenecido a gente más poderosa», explicó.

La autora también explicó el origen de la popular frase «Tomar por el pito del sereno». «Este oficio se creó en el siglo XVII y durante años los serenos hicieron las veces de porteros y vigilantes. Con su silbato avisaban si había algún peligro, pero parece que se les subió a la cabeza, porque pitaban tanto por todo, que los vecinos y la policía dejaron de hacerles caso», bromeó.

Por último, José Vilaseca explicó el origen de las Fallas. Según el autor, se remontan a la época romana, cuando los carpinteros vaciaban sus talleres para quemar los restos de madera con el objetivo de honrar a la diosa Minerva.