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Musical

Larga vida al musical, el espectáculo global

Los seis niños que representan a Billy Elliot han ensayado cuatro horas al día durante año y medio - La escenografía es sencillamente espléndida

El ocaso del circo provoca el éxito de los musicales. El espectáculo más grande de mundo se ha trasladado al teatro, que vive su época de esplendor con el apoyo entusiasta del público. ¿Qué saca de casa la representación de una historia conocida, y la mayoría de las veces con película taquillera detrás? La magia de la escena, en primer lugar, y el contacto visual próximo después. Actua de forma terapéutica, de oasis al entorno digital, y permite además la asistencia en familia, en su concepción más moderna, como la serie.

«Billy Elliot. El Musical» llega en esa ola y con el propósito de sumar más devotos a la causa. La versión española del conocido musical estrenado hace diez años en Londres destaca por su ceremonia total. La conocida historia de Lee Hall sobre un niño del norte minero inglés que pretende ser bailarín, se convierte en un canto a la solidaridad resaltada por la música de Elton John y una puesta en escena exquisita.

La chispa de «Billy Elliot» reside en la interpretación infantil, una percepción también muy circense, pero que alcanza el punto máximo en la interpretación del protagonista. El miércoles pasado, en el estreno vip del Nuevo Teatro Alcalá de Madrid, el niño Pau Gimeno derramó una actuación formidable, donde destacó por sus aptitudes coreográficas y acrobáticas. Capaz al mismo tiempo de memorables pasos de claqué, de un clásico con zapatillas de punta y un baile a lo Michael Jackson. Además de cantar afinado e interpretar muy bien.

Hay seis niños preparados para hacer de Billy Elliot. La legislación española no permite trabajar más de dos días seguidos a los menores, lo que significa que durante año y medio, los elegidos han dedicado casi cuatro horas todos los días para el nivel que exige el personaje. Un esfuezo que sin los productores Gonzalo Pérez, Marco Cámara, José María Cámara, Pilar Gutiérrez y Juan José Rivero hubiera sido imposible. Y que en previsión de las años que estará en cartel han creado la Escuela Billy Elliot Scaena para seguir preparando a futuros protagonistas.

La tramoya ingeniada por el director de la obra, David Serrano, es la síntesis de las nuevas tecnologías con el escenario tradicional, que da como resultado que las dieciséis escenas, en dos actos de ocho, envuelvan al espectador con una acción casi cinematográfica, que provoca que las casi tres horas de función pasen rápido.

Por si fuera poco, la presencia de nombres consagrados como Carlos Hipólito (Padre), Adrián Lastra (Tony, el hermano), Natalia Millán (Señorita Wilkinson), Juan Carlos Martín (George) o Alberto Velasco (Braithwaite) hace del musical una cita obligada. Mención especial merece la presencia de Mamen García. La actriz, cantante y compositora valenciana, en el papel de la abuela de Billy, firma una representación ágil y soberbia.

Todo el mundo conoce el final de la historia tras el ingreso de Billy Elliot en la mítica Royal Ballet School de Londres, sin embargo contemplar a los mineros y policias compartir unos bailes en corro enfundados en tutú por la sensibilidad global es lo más razonable de los tiempos actuales.

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