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Orgullo de la raza brava

'Pastelero' encabeza la nómina de toros célebres de 2017

Orgullo de la raza brava

La ganadería de Victorino Martín ha vuelto a triunfar en la temporada de 2017. Una nota gris que destaca entre la melodía uniforme del encaste actual y que su criador, tristemente fallecido este año, ha construido a base de sacrificio y talento durante más de medio siglo. Lo ha puesto negro sobre blanco el maestro Esplá, en un artículo memorable que publica este mes la revista Cuadernos de Tauromaquia: «Más allá de la intuición, (…) Victorino supo desentrañar los secretos genéticos que traían ocultos en los pliegues de la piel los del Marqués. (…) Los de mi amigo tienen algo de esos pistoleros de película, caminan ladinamente, con las manos en los bolsillos y sin dar señal alguna de sus propósitos; (…) la promesa que aventuran sus miradas quiebran los ánimos como si fuesen de porcelana».

«Pastelero», toro de Victorino Martín lidiado por Paco Ureña en la pasada Feria de San Isidro, encaja perfectamente con la descripción del genial torero alicantino. Un animal de un temperamento indomable, que solo era posible conducir con la entrega sincera del que está dispuesto a todo; incluso a hacer difíciles equilibrios sobre una cuerda que se puede romper y precipitarte al vacío. Si el toro fue un torbellino inagotable de fiereza, el torero supo reducirla por episodios. Inicio por verónicas encajadas para frenar su desatada velocidad, alargándole el viaje y curvándoselo en el tramo final; el gobierno de la muleta con la mano derecha para encauzar progresivamente el torrente de casta que amenazaba con desbordarse en cada encuentro. La firmeza con la izquierda, en un intento de silenciar aunque fuera por un momento el sonido de los tambores de guerra. Y esa serie -de intensidad inigualable- en la que ambos contendientes se entregaron con especial intención a su cometido, en la que parece que puede resolverse la contienda: una tanda sublime que puso a la plaza en pie antes del encuentro final del tercio de muerte. Una obra que ha quedado en los anales de la plaza de toros de Las Ventas del Espíritu Santo por la emoción que trasmitieron toro y torero en una lucha sin cuartel como hacía tiempo que no disfrutábamos en la catedral del toreo.

Por inesperada, porque -como dijo su criador- «al toro habría que darle un abrazo más que una vuelta al ruedo». El quinto de la tarde, «Liebre», número 20, 647 kilos, fue premiado con la gloria póstuma del pañuelo azul. El abrazo, por si no lo han adivinado todavía, era por el motor que movió con clase y codicia los casi 650 kilos de descomunal cuajo. Los Santa Coloma de Buendía sacaron nota alta en su primera comparecencia bajo ese nombre en el coso venteño.

Otro de los astados que fue paseado entre el batir de palmas de la afición madrileña tuvo origen distinto a los mencionados de encaste Albaserrada y Santa Coloma. El segundo del encierro de Jandilla, «Hebreo», número 94, serio por delante, destacó por su singular ritmo sin pausa, y una manera impresionante de meter la cara por ambos pitones. Otro de los mejores ejemplares de la temporada. De la corrida de Alcurrucén destacó el buen sexto, «Barberillo», número 127, 528 kilos, que posibilitó el triunfo grande de Ginés Marín el día de su confirmación de alternativa.

Dos miuras para el recuerdo

Otra de las ganadería señeras del campo bravo ha cumplido un buen año con dos ejemplares de nota. El primero, lidiado por Pepe Moral en la Feria de Abril, de nombre «Amapolo» y de 650 kilos, resultó fijo y de entrega sobresaliente. Delante tuvo a uno de los diestros más prometedores del escalafón actual, que lleva dando golpes a las puertas de las principales ferias desde hace dos temporadas y que el sistema hace como que no escucha. El sevillano demostró su excelente preparación y concepto ante el mencionado cárdeno de la legendaria divisa de Zahariche.

El segundo correspondió en suerte a Román Collado en Bilbao, de una nobleza y prontitud destacables. Un astado que catapultó al valenciano en el coso de Vista Alegre; quizás haya sido una de sus mejores faenas de la temporada, por el escenario y la importancia del oponente que tuvo delante.

En lo que respecta a otros ejemplares notables lidiados en plazas de primera, el cuarto de la corrida de Daniel Ruiz en Sevilla ha sido otro de los destacados. Fue codicioso y repetidor. La seriedad del envío de Torrestrella a la Maestranza también cuenta a favor de un hierro que había sido minusvalorado por muchas figuras a lo largo de las últimas temporadas y que ahora parece volver a contar.

El año ha sido también prolijo en indultos poco ortodoxos a astados que hace nada no hubieran pasado de una ovación en el arraste o una vuelta al ruedo. Una situación que no beneficia el estado de la tauromaquia, necesitada de triunfos de verdadera resonancia más allá del tradicional postureo del taurineo rancio.

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