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"También se puede querer a los que dan vergüenza y a los imperfectos"

Juan Cabestany y Malena Alterio presentan 'Vergüenza', una comedia sobre el ridículo y el amor patético

"También se puede querer a los que dan vergüenza y a los imperfectos"

'Vergüenza' trata de eso tan difícil de detectar por uno mismo, pero tan evidente para los demás, como es el ridículo. Sus protagonistas son Jesús (Javier Gutiérrez), un fotógrafo de bodas y bautizos con ínfulas de Cartier Breson, y Nuria (Malena Alterio), su mujer, que se ve arrastrada por el talento de su marido para meter la pata y demostrar que es un imbécil.

Juan Cabestany -director y creador junto a Álvaro Fernández Armero de esta serie cuyo episodio piloto se rodó hace nueve años y que mañana estrena Movistar- definía ayer «Vergüenza» en La Rambleta (donde se prestrenaron los tres primero capítulos) como «una comedia romántica pero de amor patético, la historia de una relación medio estropeada, sobre las ambiciones y sobre las relaciones».

«Jesús es un fotógrafo de bodas que quiere ser más de lo que le ha tocado -resumía Cabestany ayer en València-. En esa lucha por la fama o la gloria se desarrolla su vida personal y de pareja con su mujer, que es una chica a la que despiden de su trabajo en el primer capítulo y que se pasa toda la serie con la sensación de que ella y su marido están haciendo el ridículo más de lo normal».

Aunque Cabestany concede que una boda «puede ser uno de los sitios en los que más cosas ridículas se hacen», el guionista señala que se eligió este escenario para desarrollar parte de las tramas de la serie «porque es un sitio muy coral, donde hay mucha acción, muchas tramas y subtramas. Son grandes decorados de la felicidad, aunque tienen algo de impostado». «No sé si España tiene un problema con el sentido de ridículo -duda el director-. Me parece que ese problema es internacional».

Además de Cabestany, al prestreno en la Rambleta y la Factoria sobre la «importancia de la risa» que tuvo lugar antes de la proyección, acudió también Malena Alterio, quien aseguró que, para ella, «Vergüenza» tiene más de tragedia que de comedia. «Mi personaje se pasa la serie buscando un trabajo y tiene un deseo imperioso por ser mamá, y no puede cumplir ninguno de sus deseos. A todo esto se le suma que tiene una pareja que constamente mete la pata. Trato de frenarlo durante todos los capítulos y no sólo no lo consigo, sino que al final acabo mimetizándome con sus meteduras de patas».

«Hay un par de momentos en los que Jesús se da cuenta de que no lo puede evitar, que mete la pata y no lo sabe gestionar», tercia Vito Sanz, el actor que representa a Óscar y que, al igual que el valenciano Enric Benavent (que interpreta al padre de Jesús) acudieron también a la presentación en València. Óscar es una especie de Sancho Panza «comprensivo y manejable» del protagonista, pero también víctima de esas meteduras de pata sociales de Jesús (a medio camino entre Don Quijote y Homer Simpson) que nadie puede controlar. «Hay momentos en los que me identifico con lo que le pasa al personaje de Javier, por esas ocasiones en las que hay un montón de gente mirándote y no puedes evitar decir alguna sandez», añade.

«No creo que en las situaciones bochornosas sea cuando nos mostramos realmente como somos -explica Cabestany-. Cómo somos y cómo actuamos es un compendio de muchas cosas. Pero a veces se nos escapan cosas de cómo somos que no nos gustan, y de ahí viene la vergüenza, del momento en el que la intimidad de lo que menos te apetece enseñar queda desprotegida. Las personas no somo una hez humana que de vez en cuando se ve. En su caso, Jesús deja entrever lo peor, es un personaje problemático, y el reto es empatizar con alguien así».

A este respecto, el cocreador de la serie concede que es imposible empatizar con un personaje como el de Javier Gutiérrez, «si empatizar significa que se es incondicional de alguien». «Pero a los imperfectos, a los que dan vergüenza ajena, sí que se les puede llegar querer. En cuanto al espectador, el objetivo es que al menos te interesen sus trances, no tanto provocar cariño sino la curiosidad».

Para intentar despertar este cariño, los responsables y actores de la serie tienen diez capítulos de 25 minutos. «La serie no tiene ritmo cómico, sino más de drama -definía Cabestany-. No podría haber existido sin una plataforma de televisión de pago y que se dirige a un público amplio pero sobre todo a gente que ve series, con cierta cultural cinematográfica y televisiva».

Reconocían Cabestany y los protagonistas que el hecho de emitir la serie en una plataforma digital de pago les ahorra los desvelos de las cifras de audiencia («la batalla es más por el prestigio», aseguraban), y agradecen la libertad que han tenido «Álvaro y Juan para crear su propia historia, con su propio lenguaje y con la gente que han querido», subrayaba Alterio.

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