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Entrevista

Paul Graham: "La verdadera belleza reside en lo ordinario"

«El ´Moby Dick´ de Estados Unidos es el dinero, pero esta analogía no define a toda la sociedad»

Paul Graham: "La verdadera belleza reside en lo ordinario"

La ceguera temporal que le produjo la sobreexposición al sol a la salida de un cine dio a Paul Graham una gran idea. Si dejaba que la luz entrara en exceso por el objetivo de su cámara, haría que el objeto que fotografiara pareciera imperceptible, casi invisible. Como algunas de las personas que vagan por las calles de Nueva York. Esta técnica es la que ha llevado a cabo en algunas de las fotografías que componen «La blancura de la ballena», la muestra que se inaugura hoy en Bombas Gens, el centro cultural gestionado por la Fundació Per Amor a l´Art. La exposición cuenta con tres series fotográficas: «Noche americana» (1998-2002), «Un destello de posibilidad» (2004-2006) y «El presente» (2009-2011). Pese a que su presencia en la ciudad es toda una novedad, lo cierto es que no es la primera vez que Graham visita València. De hecho, lo hizo hace unos tres años para ver la antigua fábrica abandonada de la avenida Burjassot. Había oído que iba a ser restaurada.

P ¿Le gusta cómo ha quedado la antigua fábrica?

R Es asombrosa. El equipo de arquitectos - Eduardo de Miguel, Annabelle Selldorf y Ramón Esteve- han hecho un gran trabajo. Estoy muy sorprendido. Me alucina que el «ego» de estos arquitectos no haya sobresalido de los muros antiguos de la fábrica. Han sido muy respetuosos con el edificio, con la superficie y con el barrio. Han dejado patente que lo que querían era que en las paredes resaltara el arte, y no sus marcas personales.

P La institución está demostrando que cuenta con una sensibilidad hacia la fotografía. No es algo común.

R Lo sé, no es nada común. No sé por qué a estas alturas no hay más fotografía en los museos.

P El Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA) cuenta con un departamento de fotografía.

R Es cierto. Aunque hay otros museos en Europa que también tienen un departamento específico, como la Tate Modern (el Museo Nacional Británico de Arte Moderno), que creó el suyo hace unos diez años. Vicente Todolí, asesor de arte de Bombas Gens y anterior director del Tate, fue el que hizo eso posible. Pero no era algo generalizado en Inglaterra.

P ¿Por eso decidió mudarse a Nueva York?

R Necesitaba salir para seguir creciendo como artista. He vivido en Inglaterra durante mucho tiempo. Es un gran país pero no está lo suficientemente comprometido con la fotografía, y EE UU acoge muy bien a los fotógrafos.

P ¿Cuando comenzó a hacer fotografía en EE UU tenía intención de hacer un retrato de la sociedad americana?

R Hubiera sido un objetivo muy ambicioso desde mi condición de inglés (ríe). Salí con mi cámara a ver con qué me podía encontrar. No sabía mucho de los lugares que visitaba, y me enfrentaba a ellos de una manera casi vulnerable. No tenía expectativas de nada. Me movió el hecho de descubrir ese paisaje a través de la fotografía. No me planté con un cuchillo en la mano y dije: «Vamos a clavarle el puñal de la verdad a la sociedad americana». No. Esa manera de pensar limita mucho. El fotógrafo tiene que tener la mente abierta para dejar que el escenario le sorprenda. Hay que dejar que el mundo cambie tus ideas. Un buen escritor crea sus personajes para que acaben por definirse ellos mismos con sus acciones. Acaban cobrando vida para contar su propia historia. La fotografía también es así.

P ¿Ha visto un cambio en la sociedad americana a través de su cámara?

R Todo lo que puedo decir al respecto es que los estadounidenses acabarán encarrilándose por ellos mismos.

P ¿Qué fotógrafos han influido en su visión de la calle?

R Cuando estudié fotografía por mi cuenta lo primero que hice fue dirigirme hacia fotógrafos americanos como Garry Winogrand, William Eggleston, Diane Arbus, Robert Frank o Walker Evans. Aprendí como funcionaba una cámara cuando era adolescente, pero no le presté mucha atención. Hasta que descubrí todas las posibilidades que ofrecía la fotografía.

P Por aquel entonces estudiaba Biología en la universidad. ¿Sintió que tenía algo que decir con su cámara?

R Mi interés estuvo siempre en el arte. Sobre todo en aquel que está íntimamente relacionado con la sociedad. Me emocionaba el hecho de mostrar cómo vivimos y quiénes somos. Es por ello que nunca me interesó la fotografía relacionada con la moda o con la publicidad. Me inspira la propia realidad, y aspiro a responder tímidamente a una pregunta que siempre rodea nuestra existencia: ¿Quiénes somos? Es lo mismo que intentaba Robert Frank.

P Pone siempre el foco sobre la realidad, pero también se sirve de la ficción para inspirarse. De hecho, ha titulado la exposición de Bombas Gens como «La blancura de la ballena», a modo de homenaje a «Moby Dick» (1851) de Herman Mellvile.

R Sí, me interesa la tragedia que supone que alguien se obsesione tanto por una cosa que llegue a dar su vida. El Moby Dick de EE UU es el dinero. Esa analogía existe en mis trabajos, pero no explica toda la sociedad norteamericana.

P En la serie «Noche americana» deja que la luz devore algunas de las fotos. Las que cuentan con esta «blancura lumínica» suelen contener alguna persona en la lejanía, dentro del entorno urbano.

R Sí. No se trata de ningún filtro, sino que es una sobreexposición a la luz. Las cosas que son difíciles de ver parecen casi invisibles. Eso es lo que he intentado demostrar con esta técnica. Esas personas, las que inmortalizo en esas fotografías, pasan desapercibidas por los demás.

P ¿Como una «ballena blanca» a la que nadie ve?

R Podía entenderse así, sí (ríe). Aunque el título no recoge toda la narrativa de la exposición.

P En «Noche americana» también aparecen multitud de personas ciegas. ¿A qué hace referencia?

R Esas fotografías van en sintonía con las del exceso de luz. Representan a aquellos que no quieren ver, o a aquellos que ven el mundo invisible. En esta serie me interesó retratar la ceguera intencional o la ceguera psicológica. Yo mismo sufrí ceguera cuando era pequeño, aunque no por causas psicológicas. Me caí dentro de un saco de cemento. Me quemé las córneas, pero acabé recuperando la vista.

P ¿Cree que hemos perdido nuestra capacidad de observación?

R No lo creo. Pero tendemos a ir a lugares concretos para contemplar la belleza, cuando realmente la tenemos frente a nuestras narices. Mira, aquí hay un hombre que está leyendo el periódico, aquí hay uno que vende flores y que me mira... No están haciendo nada extraordinario, sin embargo, lo que muestra la fotografía es hermoso. Al final, mi trabajo no es sobre la ceguera o la indivisibilidad de algunas personas, sino sobre la belleza de las cosas cotidianas. La verdadera belleza reside en aquello ordinario, y no tiene nada que ver con lo dramático o lo estremecedor. Mis fotografías pueden servir a la gente como una guía para llegar a ver estas cosas en las calles. En todas ellas digo: «Déjame enseñarte la hermosura de este momento y cómo la vida sucede a cada instante».

P ¿Qué consejo le daría a alguien que quiere empezar?

R Que empiece. Solo que empiece. Que se eduque a sí mismo yendo a exposiciones y leyendo libros. Que no se detenga esperando la idea perfecta o el momento perfecto.

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