«Maquiavelo. El Príncipe»
Teatro Talia
Dramaturgia y dirección: Juan Carlos Rubio. Int: Fernando Cayo. Iluminación: José Manuel Guerra. Escenografía: Eduardo Moreno.
Aveces los caminos del teatro son inescrutables. Digo esto porque parece impensable la posibilidad de un espectáculo como el presente. En todo caso sería comprensible realizar una obra para contar una parte de la vida de Maquiavelo. O perfilar una situación política para trasmitir las ideas de este político y filósofo que estuvo al servicio de la República (Italia XVI). Pero no, esta obra ideada por Juan Carlos Rubio (quien se encarga también de la dirección) ha consistido en trasmitir los textos originales de Maquiavelo: desde fragmentos de El Príncipe a correspondencia privada, pasando por algunos parajes de La mandrágora. Textos que se trasladan al auditorio no siempre de manera directa, sino a través de una excusa teatral: un personaje indeterminado, en una habitación indeterminada, está grabando sus pensamientos. Pero en medio ocurren algunas situaciones también indeterminadas, como cuando unos ruidos le interrumpen y el personaje pone la música alta.
Lo que queda claro es que Maquiavelo no era maquiavélico, sino el primer teórico político que nos habla del arte de gobernar sin necesidad de serlo por la gracia de Dios. Maquiavelo cambia la pregunta «¿quién gobierna?», por «¿cómo gobierna?». Este planteamiento básico requiere de un esfuerzo del espectador, quien tiene también que imaginarse la situación (a través de la simbología de la escenografía) de Maquiavelo cuando es encarcelado por sospechoso de la conjura contra los Médici. De ahí nacen sus consejos a los príncipes.
Consejos que llegan al espectador desde un notable trabajo de Fernando Cayo, un Maquiavelo de hoy: magnífica voz y dicción, eficaz en el aspecto corporal y muy creíble a pesar de todo. A pesar de unos momentos en que la teatralidad decae dentro de una dirección que tiene que realizar equilibrios para que esto no ocurra. Para aligerar la carga de la palabra, para que lleguen mejor las astutas e inteligentes ideas maquiavélicas. Eso es lo importante.
