Familias de comerciantes valencianos, como los saboyanos Garín y Grillet, así como un grupo de canónigos, entre los que destaca Joan de Gais, un flamenco que llegaría a ser arzobispo, actuaron en el Reino de València como agentes o espías al servicio del cardenal Antoine Perrenot de Granvelle, consejero real durante los reinados del emperador Carlos V y de su hijo Felipe II.

Esa es la investigación dada a conocer por el historiador de la Universitat de València, Joan Iborra, en el congreso internacional que con ocasión del quinto centenario del nacimiento de Granvelle se celebra en el Instituto Francés de Valencia con la colaboración del Departamento de Filología Francesa e Italiana de la Universitat.

La misión de estos agentes consistía en informar de forma epistolar a Granvelle de la situación política y de los movimientos que se producían en Valencia, en una época «en la que la sociedad estaba huérfana de proyectos de futuro y afectada gravemente por los conflictos internos, las disputas nobiliarias, el ataque de los piratas y la presión continua del problema morisco», según detalla Iborra.

Algunos de estos espías no solo cumplían funciones de informantes, sino que se encargaban de administrar los negocios que mantenía el cardenal en Valencia, como la familia Garín o el saboyano Claudio Grillet, que comunica puntualmente a Granvelle todo cuánto de interés acontece en la ciudad.

Como organizador de los servicios de inteligencia del emperador, Granvelle recibía información de los agentes valencianos y la transmitía a Carlos V para que el Consejo de Estado adoptara las medidas pertinentes a fin de, por ejemplo, rebajar las tensiones entre los nobles o adoptar alguna medida como los nombramientos de virrey, lugarteniente o concejal entre las personas afines a la monarquía.

Una información que le sería de gran utilidad al cardenal, quien ante la muerte del virrey de València, Fernando de Aragón, recibió en solo tres días detalles de todos sus agentes sobre su repentino y extraño fallecimiento, o respecto qué personas eran las idóneas para representar al Reino de València en el Consejo de Aragón.

Servicios de inteligencia

Para el historiador de la Universidad de Alcalá de Henares, Emilio Zola, con Granvelle como virrey de Nápoles entre 1571 y 1575 se culmina la formación de los servicios de información de la primera potencia imperial del momento, que se inicia en 1530 tras la expedición de Solimán el Magnífico.

Así, se organizan unos servicios de inteligencia coordinados desde Nápoles con el reclutamiento de cautivos que regresan como enviados especiales a Estambul a través de Grecia y con Venecia y Ragusa (Sicilia) como principales centros de enlace.

Si Nápoles se convierte en el centro del envío de información a la corte de Felipe II en Madrid, Estambul se transforma en el principal centro del espionaje, hasta el punto de que una de las principales redes de información, la denominada «conjura de los renegados», llegó a contar con hasta 112 espías, la mayoría de ellos mercaderes o capitanes de barco italianos que se habían convertidos al Islam y que desempeñaban sus labores en el arsenal del imperio otomano.

Por la investigación realizada por Emilio Zola se conocen hasta los salarios que se embolsaban los espías. Así, 500 escudos al año llegó a cobrar un traductor oficial de cartas turco, el mayor sueldo percibido por un espía.

Otros hombres clave que recibían grandes sueldos para la época fueron Aurelio Santacroce, un mercader veneciano que actuaba de coordinador de la red de espionaje, y un genovés llamado Adane Franchi, que obtenía grandes pagos a través de banqueros venecianos.

Menores cantidades recibían los operarios del arsenal, que podían llegar a cobrar unos 20 escudos si realizaban sabotajes.