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Pianistas

"La música es como el amor: hay que hacerla juntos"

Las pianistas y hermanas Labèque vuelven hoy al Palau de la Música con la Orquesta de València y bajo la dirección de Jordi Bernàcer

"La música es como el amor: hay que hacerla juntos"

La Orquesta de València (OV) recibe hoy la visita de Katia y Marielle Labèque, las dos reconocidas pianistas, que hace ocho años que no visitaban el Palau de la Música de València. Bajo la dirección de Jordi Bernàcer, las hermanas interpretarán el romántico Concierto para dos pianos de Max Bruch, del que son consumadas especialistas. Se trata de una obra que nunca había interpretado la OV y que fue escrita expresamente en 1911 para dos pianistas, que en este caso también eran hermanas, Rose y Ottilie Sutro.

El público también podrá escuchar el Tríptico orquestal del compositor alcoyano Amando Blanquer, una obra de grandes coloraciones sonoras y contrastes, y la famosa Sinfonía nº 3 para órgano del compositor francés Camille Saint-Säens. La popularidad de Katia y Merielle Labècque llegó por su grabación de Rhapsody in Blue, de Gershwin, que fue una de las primeras de música clásica en conseguir un Disco de Oro. Han tocado con la Berliner Philharmoniker, SO des Bayerischen Rundfunks, sinfónicas de Boston, Chicago y Londres, y filarmónicas de Viena, Londres y Los Ángeles, entre muchas otras. Han trabajado con compositores como Berio, Boulez, Glass, Ligeti y Messiaen. Más de 100.000 personas asistieron al Concierto de la Noche de Verano 2016 en Schönbrunn, con la Wiener Philharmoniker, con más de mil millones de telespectadores.

Tanto Bernàcer como las hermanas Labèque señalan a Levante-EMV lo «atractivo de este programa para el público, los solistas y la orquesta», asegura el director valenciano. A lo que las hermanas artistas añaden la «dificultad» de encontrar piezas compuestas para un dueto de pianos. «Es un concierto completo, meticuloso y muy estricto; esa es su dificultad y al mismo tiempo donde está su belleza», insisten las pianistas.

Sus 40 años de profesión las han hecho únicas sobre los escenarios. Eso sí, a golpe de esfuerzo. «Trabajamos mucho; el talento sin el trabajo no vale nada», reflexionan las hermanas que recuerdan «la fuerza» de cuando tenían 18 años.

Aseguran que «disfrutan» cuando salen al escenario, emoción que contagian al propio Bernàcer. «Es un privilegio trabajar con ellas; lo hacen fácil porque son tan musicales... transmiten naturalidad», dice el director que, sin embargo, no esconde la «dificultad» de dirigir una orquesta y dos pianos al mismo tiempo.

Los tres destilan «complicidad», entre las hermanas y con el propio conductor del concierto. Tanto es así que nada más entrar a la sala de conciertos los dos pianos que tocan parece ser uno solo. Metáforas visuales de su arte. Lo mismo les ocurre con la orquesta, a la que ven «en muy bien momento», coinciden pianistas y director. «Tenemos que escuchar al otro, sino es muy recital; el solista no debe seguir a la orquesta o la orquesta al solista, sino hacer música juntos. Es que la música es como el amor: hay que hacerlo juntos», concluyen.

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