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Teatro | crítica

Empieza el espectáculo

Empieza el espectáculo

«Tic Tac»

teatro principal (valència)

De Carles Alberola, Pasqual Alapont, Rodolf Sirera. Int. C. Alberola, Ramón Rodenas, Noemí Lira, Josep Zapater, Noèlia Pérez, Álvaro Báquena, Tony River, Cristina Fernández Pintado, Manuel Maestro, Silvia Rico, Víctor Lucas, Mary Porcar, Carmen Peinado, Ana Burguet. Música y letras: Josep Zapater, Noèlia Pérez. Coreografía: Cristina Fernández Pintado. Iluminación: Carles Alfaro, Ximo Olcina. Vestuario: Pascual Peris. Dirección audiovisual: C. Alberola, Rafa Piqueras. Dirección: C. Alberola. Producción: Teatre del Poble Valencià.

Nietzsche decía que el ser humano es un «animal fantástico». Para el filósofo alemán que finalizó su vida hablando a un caballo, la verdad no es más que una mentira, una ficción para sobrevivir. Por ello admiraba a los artistas, y a los griegos por sus dioses el Olimpo, porque estos eran conscientes de dicha ficción. Algo parecido (sin su profundidad y calado, es evidente), le ocurre al protagonista de esa obra. Una especie de profesor Higgins (Carles Alberola), y, en concreto, al «efecto Pigmalión» que, entre otras cosas, significa la persona que consigue lo que se propone a causa de la creencia de que puede conseguirlo. Es lo que hace el señalado personaje al intentar resucitar un montaje que fracasó en su momento.

No cuento más de este animal fantástico que lejanamente me recuerda a Joe Guideon, el protagonista (alter ego de Bob Fosse) de All That Jazz (Empieza el espectáculo), sino que hay un texto básico escrito a seis manos (Rodolf Sirera, Pasqual Alapont y C. Alberola) que tiene los componentes, e inventiva, necesarios para conformar un musical cuyo objetivo, pienso, es que llegue al gran público.

Antes de seguir analizando el montaje no se puede obviar que esta producción del Teatre del Poble Valencià no es un remake de Broadway pasado por la Gran Vía madrileña, sino que es totalmente valenciano. Pero más aún: es original. Y ello le añade valor, porque «¡menudo problema!», como dijera el gran G. Strehler, al reflejar su insatisfacción ante la imposibilidad de resolver el plano musical y el plano dramático a la vez. Ahí está la aventura, porque lo que hasta hace poco era una ficción, hoy es una realidad que se puede tocar.

Que se puede tocar porque Carles Alberola ha realizado una propuesta escénica imaginativa. Ofrece vida teatral por doquier: sensitiva mezcla de imágenes virtuales que se funden con las reales (o ficciones de otra manera). Y sobre todo, ha sabido conjuntar los ingredientes. O más, dichos ingredientes -personas, creadores de música, coreografía, vestuario, iluminación, espacio escénico€e incluso audiovisual- no solo se ajustan, sino que se complementan. Los intérpretes demuestran que por estos lares ya hay actores que pueden cantar e interpretar: nombro a Ramón Rodenas y Noemí Lira, por sus voces, por sus dotes, por su futuro.

El montaje agrada sin esfuerzo (como buen musical), pero no es una ópera bouffe, sino que hay un relato como se ha dicho (la importancia que tiene la ficción en nuestra vida). No profundo, pero sí sensitivo (¿la felicidad?). Podríamos pedir -es una opinión- más realismo en las situaciones, sobre todo en la escena del hospital, para resaltar más el híbrido entre realidad y ficción; apuntalar el texto en alguna transición; rebajar el tono actoral en ciertos momentos; o la necesidad de alguna canción más pegadiza y bromas más incisivas; pero lo dicho, gana el conjunto: tiene humor, frescura y una agradable y atmosférica estética.

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