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Toros

5 retos para empezar el año

El interés que suscita una tarde de toros sería mayor si se respetara más al toro de lidia - La verdadera competencia entre los principales protagonistas y el futuro de la cantera, otros puntos importantes

5 retos para empezar el año

Son las eternas asignaturas pendientes de los taurinos. Muchos aficionados añadirían las suyas, pero la lista se haría entonces interminable. Con que el sector cumpla alguna de las siguientes propuestas, la suerte de nuestra fiesta cambiaría sustancialmente su estado actual.

01

Actualizar el espectáculo

La tauromaquia debe reencontrar su espacio en el panorama social español. Lo difícil es hacer visible una actividad artística adaptándola a los tiempos que corren sin menoscabar su esencia. Ese es el reto. Puede alterarse en la forma, pero no en el fondo. Si cambiase su propósito, sería otra cosa.

La fiesta de los toros es parte esencial de las bellas tradiciones de nuestro pueblo desde tiempo inmemorial; pero, de un tiempo a esta parte, está siendo cuestionada por una parte de la sociedad que ha incorporado una diferente escala de valores, que se encuentra excesivamente tecnificada, alejada del mundo rural e influenciada por los presupuestos animalistas de corte anglosajón y un neoidealismo a lo Walt Disney.

Necesitamos del concurso de todos los medios que la mercadotecnia pone a nuestro alcance con el objetivo de ensanchar su horizonte. No debe quedarse estancada en la actitud pacata de considerarla una actividad restringida a unos cuantos, al tiempo que evita caer en la tentación, tan frecuente, de pensar que todo el monte es orégano.

El reto consiste en que la sociedad entienda y respete un hecho cultural que está amparado por la ley y que tiene como base la lucha con el toro, que puede defenderse hasta el punto de comprometer el destino de un hombre que, libre y conscientemente, se entrega a la tarea de reducir su fiereza hasta someterla. A partir de ahí, se puede empezar a construir.

02

Poner en valor al toro

La recuperación de la autenticidad del animal que salta al ruedo es una tarea urgente. El toro debe ser una res brava poseedora de una belleza exterior imponente y cuyo carácter principal sea la acometividad que -guiada por su instinto de liberación- le lleve a acudir a la llamada del torero y a no rehuir jamás el enfrentamiento.

El toro brilla, tantas veces, por su ausencia en los escenarios donde más se debería cuidar su presentación. ¿Cómo se explica que las principales empresas del ámbito taurino, amén de las figuras del toreo sean incapaces de encontrar encierros parejos y armónicos en los albores de la temporada? No hay excusa posible. Mientras a algunos se les llena la boca con el tan cacareado cambio, los de siempre continúan erre que erre, poniendo a prueba la paciencia del aficionado.

La diversidad de encastes es uno de los principales tesoros de la cabaña brava que hay que conservar. Pocas son las plazas importantes que programan corridas de toros de diferentes procedencias. Las ferias son un calco una de otras y el aficionado acaba aburriéndose ante la desesperante uniformidad.

03

Fomentar la verdadera competencia

Si queremos propiciar un cambio real en 2018, los empresarios deben abrir los carteles de par en par a los toreros jóvenes. No solo a los que ellos señalan como elegidos para refrescar el escalafón de tanto en cuanto. A todos cuantos demuestren condiciones para poder ilusionar a los aficionados.

El sota, caballo y rey es el remedio habitual entre la clase empresarial taurina que, salvo honrosas excepciones, solo mira el propio interés cortoplacista: ferias monótonas, carteles previsibles trufados de compromisos, poca imaginación a la hora de incentivar a la clientela... Eso sí, se les sigue llenando la boca de medidas para una pretendida renovación que nunca llega porque ni creen en ella ni les interesa.

Obviamente, esto no es responsabilidad exclusiva de la patronal. También las figuras del toreo tienen que entender que la competencia es la base de este espectáculo y deben, por tanto, propiciarla. El hecho de que haya un ramillete de diestros nuevos que están entrando en los carteles importantes no debería convertirse en una feliz excepción. Debería ser la regla. Máxime cuando advertimos que el sistema hace agua por el costado del interés. Ahora que se habla de los tremendos costes que soportan los organizadores de festejos taurinos, no vendría mal una reflexión de fondo. ¿A quiénes benefician los festejos de relleno en la mayoría de ferias? ¿No sería mejor que esos toreros pudieran medir sus fuerzas ante diestros consagrados y ganaderías de referencia? Sería deseable que los taurinos entiendan que los carteles repetidos hasta la saciedad feria tras feria no incentiva al aficionado a acudir con la asiduidad con que lo haría si las combinaciones fueran otras.

04

Promocionar los festejos menores

Debería ser una feliz obligación, pero se ha convertido en una pesada carga. La amenaza que late en el fondo de la supresión de las novilladas es demoledora. No se promociona el futuro porque no se espera nada de él. Los organizadores se quejan de los altos costes que soportan y no ven que lo esencial es apostar por la cantera. El beneficio no es, por tanto, ni a corto, ni exclusivamente económico. Quienes así actúan hace mucho tiempo que tiraron la toalla como aficionados. La actividad taurina tan solo les sirve de consuelo económico -a veces, ni eso- y eliminan todo lo que suponga un compromiso personal.

Un festejo de promoción no puede estar a merced del mercadeo de unos señores preocupados exclusivamente en perder lo menos posible a costa de la ilusión de unos chavales. Hay que arbitrar un sistema que proteja a esas criaturas que se parten el alma por ser toreros del afán depredador de unos desalmados a los que les importa un bledo si sus sueños se convierten en pesadillas.

En medio de este desierto, existe todavía un oasis de esperanza: en los certámenes de novilladas que se celebran en plazas como Algemesí, Arganda, Arnedo o Calasparra, donde se apuesta por el futuro de la fiesta.

05

Cuidar al aficionado

Cuidar al aficionado. El cliente es el rey… menos en el mundo del toro. Las empresas que están triunfando en diversos campos tienen como eje de su éxito a las personas: sus necesidades, sus gustos, sus prioridades. Además de un precio adecuado y un servicio impecable, la experiencia de compra no se limita exclusivamente al producto que adquieren. Va más allá de la posesión de un bien material y, en algunos casos, se ha convertido en un estilo de vida.

Basta pensar en el inmenso caudal de posibilidades que brinda el planeta taurino para que el cliente de una empresa taurina disfrute de una experiencia total durante todo el año. Limitar la tauromaquia al círculo mágico, aunque reducido, de una plaza de toros es de una cortedad de miras empresarial flagrante. A los taurinos se les llena la boca con que lo que sucede en el ruedo es el final de una larga cadena de sucesos, pero en el fondo se limitan a organizar un espectáculo limitado por el espacio y el tiempo. El reto es organizar el acceso de todos los aficionados a esta experiencia total de manera organizada y habitual.

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