Empecemos por lo más llamativo: Hélène Grimaud vive entre lobos. Sí, también fue niña prodigio del piano y es una de las concertistas más reconocidas desde hace más de dos décadas. Y sí, esta tarde a las 19.30 horas estará en el Palau de la Música junto a la Philharmonia Zürich, dirigida por el maestro genovés Fabio Luisi, para interpretar un programa del gran repertorio con obras maestras de Beethoven, Wéber y Chaikovski. Además, estrenará el nuevo piano de gran cola Stenway&Sons, modelo 274 que acaba de adquirir el auditorio valenciano. Pero sin duda, lo de los lobos es llamativo, entre otras cosas porque la propia Grimaud se encarga de que lo sea.

Cuando ya era una pianista famosa, conoció a Alawa, una loba que poseía un vecino suyo de manera ilegal y que pronto se convirtió en una presencia inseparable para Hélène. «Emocionalmente, Alawa fue una de las grandes presencias de mi vida. Nuestro compromiso y confianza eran absolutos», explicaba la pianista francesa en una entrevista. Tras la muerte de la loba fundó en el estado de Nueva York el «Wolf Conservation Center», una institución dedicada a proteger a la especie y que funciona además como criadero. Y también con ella intenta educar a los niños sobre la necesidad de proteger la naturaleza. Actualmente, el centro cuida de una veintena de lobos.

«La idea es ir mucho más lejos que a proteger algunos lobos, la idea es que a través del contacto que la gente tiene con el animal, desarrolle la conciencia de proteger la naturaleza», explicaba en una entrevista para Levante-EMV tras uno de sus, hasta el de hoy, dos únicos conciertos que ha celebrado en València. «Mucha gente piensa que vivo con lobos porque me gusta su compañía. No se trata de eso, me apasiona su comportamiento».

Pero la conciencia ecológica de Hélène no se queda en la protección de los animales. En 2015 la pianista francesa publicó «Water» un disco «temático» con piezas de Luciano Berio, Albéniz, Toru Takemitsu, Nitin Sawhney, Gabriel Fauré, Maurice Ravel, de Franz Liszt, Leos Janácek y Claude Debussy, todas referidas al agua. El mensaje era claro: el agua no es sólo fuente de inspiración musical, sino un bien valioso que hay que conservar.

En el, de momento, último disco suyo para la prestigiosa Deustche Grammophon llama también la atención la presencia de tres compositores franceses, algo poco habitual en su repertorio, mucho más dado a los románticos alemanes. «Los compositores franceses nunca me han hecho sentir en casa. Prefiero a Brahms, Schumann o Beethoven». También tardó en atreverse con Bach, al que no grabó hasta 2008, 22 años después de su debut discográfico con 15 años (una grabación de la exuberante Segunda Sonata de Sergei Rachmaninov).

Precisamente, tocando un preludio de Bach a los 11 años Hélène Grimaud descubrió que tenía el don de la sinestesia (la fusión de un sentido con otro). Mientras tocaba el piano vio «una mancha informe, entre naranja y roja». Esa capacidad le ayudó a memorizar puntos e hizo más visceral su forma de interpretar el instrumento. Asegura que aún hoy, sobre todo en los conciertos, los colores siguen apareciendo de forma espontánea, cada uno conectado a una nota en particular: el Re menor es siempre de color azul oscuro; el Do menor, negro; Sol es verde, Fa es rojo, y Si bemol es de color amarillo... El Mi bemol mayor, la clave del aria de Mozart, es «muy brillante, algo similar a la luz del sol, y a veces cambia a verde», explicaba Hélène.

Mozart, por cierto, está detrás de uno de los capítulos más polémicos en la biografía de la pianista. En 2011 se rompió la relación profesional que mantenía desde tiempo atrás con el italiano Claudio Abbado y, según la revista New Yorker, el motivo fue la cadenza del Concierto n° 23, K. 488 de Mozart: Grimaud pretendía usar la cadenza de Ferruccio Busoni y Abbado la del propio Mozart. Grimaud no se avino a los deseos del director fallecido en 2014 y Abbado le negó la actuación en el festival de Lucerna y en otros posteriores. Como escribió alguien, una enemistad fundada en 30 compases y en no más de un minuto y medio de música.

Además de la música y la ecología, otra de las pasiones de Hélène Grimaud es la escritura. Aquí cabe destacar Variations sauvages la autobiografía que publicó en 2003 y en la que reconstruye su pasado como «niña genio», separada de sus compañeros de escuela y obsesionada con las tramas de Pirandello. «Allí encontraba la misma personalidad dividida que yo sufría, una distancia no tanto respecto de mí misma sino del mundo. Era el arte de la retracción, del retiro».