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Crítica musical

La consagración de Lorenzo Viotti

Obras de Prokófiev, Webern

y Stravinski

palau de la música

ORQUESTA DE VALÈNCIA. Solista: Leticia Moreno (violín). Director: Lorenzo Viotti. Pro­gra­ma: Obras de Prokófiev (Concierto para violín y orquesta número 2, en sol menor, opus 63), Webern (Im Somerwind 6), y Stravinski (La consagración de la primavera). Lugar: Palau de la Música. Entra­da: Alre­de­dor de 1800 perso­nas (prácticamente lleno). Fe­cha: Viernes, 19 enero 2018.

Llegó, convenció y fascinó Lorenzo Viotti (1990) en su nueva visita al podio de la Orquesta de València. El que podría -y debería- haber sido nuevo titular de la formación valenciana dejó a todos con la miel en los labios con un programa redondo representativo del siglo XX. En los atriles, el Webern temprano y aún post-romántico del «idilio para gran orquesta» Im Somerwind (1904), el Segundo concierto para violín de Prokófiev con Leticia Moreno como admirable solista, y, como guinda, una inolvidable Consagración de la primavera de Stravinski que, por la enjundia, calidad y autoridad de la versión escuchada, supuso la definitiva consagración de Viotti como uno de los directores más fulgurantes y solventes de la nueva generación.

Una Consagración -la de Stravinski- certera e inapelable. Calibrada, impactante, abrasadoramente vanguardista y, al mismo, tiempo, intensamente arraigada en el momento crítico en que nace, apenas ocho años después del idilio tardorromántico de Webern. El joven director suizo, que como Gianandrea Noseda en su día, podría ser hoy titular de la infortunada Orquesta de València, bordó una versión colosal. De gran maestro.

Con gesto elegante, sobrio y preciso, y al frente de una orquesta transfigurada merced a su carismática labor en el podio, mostró las aristas más ásperas. Viotti enfatizó con tino ritmos y polirritmos, la vanguardia valiente y rompedora de la obra maestra, y sus acentos más expresionistas. Fantasía y precisión. Sequedad y lirismo. ¡Magistral! Puso de manifiesto, además, lo mucho que puedo dar de sí y crecerse la centuria valenciana cuando ante sí tiene un maestro de verdadero fuste. Como ocurrió en la obra de Webern, en la que hay que destacar, como símbolo y síntesis de las calidades del conjunto, las extraordinarias intervenciones solistas del clarinete José Vicente Herrera, con sutiles pianísimos calibrados hasta el silencio absoluto. Tampoco faltó la maestría total de Viotti en el escrupuloso y dúctil acompañamiento que orquesta y él mismo brindaron a Leticia Moreno (Madrid, 1985) en el Segundo concierto para violín de Prokófiev. La artista madrileña, uno de los músicos españoles de mayor proyección internacional, lució su bien reconocido virtuosismo y maneras en una versión que se benefició del atento acompañamiento de Viotti, quien supo atemperar las dinámicas de la orquesta para no tapar nunca el limitado y poco proyectado sonido de la bien arropada solista. Pocas veces un acompañamiento se ha sentido tan fiel, generoso y ajustado. Leticia Moreno cosechó un éxito tan intenso como merecido, y correspondió fuera de programa con una maravilla de Piazzola tocada junto al arpa igualmente virtuosa de Luisa Domingo, solista de la Orquesta de Valencia.

València, sus melómanos, se queda para siempre con el recuerdo de este concierto, que marca una de las mejores actuaciones que se recuerdan de la Orquesta de València. Pero también con el sueño frustrado de lo que podría haber sido -de lo que podría ser- su septuagenaria «Orquesta Municipal» con un titular como Lorenzo Viotti. O, en su día, Gianandrea Noseda. Hoy, Lisboa, su Orquesta Gulbenkian, disfruta de la titularidad de Viotti, y el mundo -Turín, Washington, Londres, San Petersburgo- de Gianandrea Noseda. València, sigue como siempre. En su línea. ¡La millor terra del món!

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