Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Festejos taurinos

El escaparate de las Fallas

Casas se enfrenta al reto de ilusionar a la afición con unos carteles acordes al prestigio de la plaza

El escaparate de las Fallas

El ciclo josefino es un inmejorable escaparate para los toreros que aspiran a mandar en el escalafón al final de temporada y los que quieren reivindicarse como recambio de futuro. Entre los segundos, Román es el torero valenciano que más ilusión despierta este año entre los aficionados locales. Es el diestro de las nuevas generaciones, que demuestra su proyección tarde a tarde. El de Benimaclet se ha labrado un merecido presente en plazas como Valencia, Madrid, Bilbao o Pamplona. Su gran reto esta temporada reside en confirmar que puede ser habitual en los carteles de las grandes ferias - ya se ha ganado a pulso su inclusión en tantas de ellas delante de las ganaderías más duras de la cabaña brava- y debería torear en su tierra junto a las principales figuras, quizás en la reedición del cartel de toreros valencianos que en su día hicieron célebre toreros de la importancia de Vicente Ruiz, «El Soro», Luis Francisco Esplá, Manzanares padre, Enrique Ponce y Vicente Barrera. Una ocasión inmejorable para que la empresa de Valencia aproveche el momento y anuncie la misma tarde a Román con dos diestros consagrados como son el maestro de Chiva y José María Manzanares hijo.

Paco Ureña marcó la diferencia en Valencia durante la temporada pasada y arrolló con su personal concepto la tarde de los toros de Luis Algarra. Quién se lo iba a decir al lorquino cuando arrastraban al segundo de la tarde, que le había propinado una brutal paliza, que el sexto iba cambiar su sino y el de la temporada en el «Cap i Casal». El coletudo se ajustó la montera, se ató fuerte los machos y dictó una lección de toreo del caro en los medios del ruedo valenciano. Pese a las tres costillas fracturadas pero con el corazón en un puño, puso toda el alma en cada lance. Primero, las tandas de derechazos, de una rotundidad pasmosa, mandando la embestida del burel y rematando los muletazos atrás y hacia dentro. Tres series en las que también aprovechó con inteligencia la prontitud del animal en su embestida. Pero lo mejor estaba por llegar. Se echó el lorquino la muleta a la izquierda y brotaron los naturales excelsos, de una entrega y sinceridad como no habíamos visto en Valencia hace años. Firme la planta, impecable la colocación -donde otros ponen la muleta, él pone el cuerpo- y el cite. Adelantada la muleta en la distancia precisa. El toque justo, sin aspavientos, para conducir el viaje del morito otra vez atrás y hacia dentro, pasándose los pitones por la barriga. Había que frotarse los ojos para creérselo. De la salida de la segunda serie de naturales salió Ureña roto de emoción y se abandonó definitivamente. La plaza, a la sazón, era ya un hervidero. Dos series más de una pureza absoluta y una estocada, macerada, urdida en la intimidad de tantas tardes de sufrimiento y búsqueda en el campo.

El torero de Lorca debería ocupar, por tanto, un sitio de privilegio que todavía no tiene dentro de los carteles de las figuras y eso es fruto del excesivo mercadeo y el consabido intercambio de favores entre los principales empresarios taurinos. La tauromaquia del murciano reconforta al aficionado más riguroso . Su toreo puro y exigente, de mando y trazo largo durante la Feria de Fallas delante de los jandillas también fueron un toque de atención que no debería caer en saco roto.

Ureña ha proyectado su dimensión de auténtica figura toda la temporada. En el recuerdo de sus actuaciones estelares también queda la ofrecida a tarde frente a «Pastelero» de Victorino Martín en Las Ventas. Su capacidad cotiza al alza y un sitio en uno de los tres últimos días del ciclo josefino sería hacer justicia en un mundo tan evidentemente injusto. La posición de Ureña dará a entender hasta qué punto han comprendido su concepto del toreo los que mandan.

Andrés Roca Rey, que no pudo cumplir su compromiso en julio, realizó la pasada Feria de Fallas un inolvidable quite al sexto colorao de Cuvillo: tras una gaonera de impactante factura, el limeño se echó el capote a la mano izquierda y se puso a torear al natural en los mismísimos medios, embraguetado con el toro, echándole los vuelos del percal al hocico, tirando de él con pausa y rematando con torería detrás de la cadera. Pura vida. La clave de su única tarde en la plaza de la calle Xàtiva residió en ofrecer todas las ventajas al toro y reducir su embestida a base de temple, unas virtudes que marcan diferencias entre sus compañeros.

Ginés Marín es otro joven torero con hambre de futuro. Su debut como matador con los juampedros al lado de Ponce durante las pasadas Fallas se saldó con una puerta grande pero su mejor versión se vio en la Feria de Julio, donde sustituyó al herido Roca Rey, a pesar de cortar solo una oreja. Las condiciones de este torero son evidentes, prueba de ello es su puerta grande en Las Ventas el día de su confirmación de alternativa y es uno de los nuevo valores que están adquiriendo peso.

José Garrido merece también una tarde en Fallas, donde en su última comparecencia salió a hombros tras desorejar a un Fuenteymbro. Desde aquel festejo en 2016, el extremeño no ha vuelto a pisar la capital valenciana. Los nuevos valores Emilio de Justo o Pepe Moral serían un gran aliciente para la afición. Motivos tienen. Los carteles de las Fallas de 2018 suelen marcar la pauta del resto de la temporada y es una inmejorable ocasión para que los empresarios de nuestra plaza vuelvan a ilusionar a os aficionados.

Compartir el artículo

stats