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Shostakovich recuperado

Perplejas se quedaron las paredes de la Sala Iturbi al recibir tantos pentagramas del siglo XX y XXI como en el último concierto de la SFV. Está bien que así sea para comprender que, también en música, hay otros mundos y están ahí afuera. Si todo el concierto pudo calificarse de sobresaliente, la versión escuchada a los solistas del Bretón (2003) del Cuarteto nº 8 Op.100, de Shostakovich (el más conocido de su producción de música de cámara) rayó en lo excepcional porque a la vitalidad de cada componente complementada por un sonido no por empastado menos delicado, la obra fue creciendo con decisión y entrega total, resultado, sin duda alguna, de un trabajo estructurado a conciencia. La obra fue escrita en 1960, mientras luchaba contra una grave enfermedad y antes de abrazar al Partido Comunista. El compositor reutilizó temas de alguna de sus sinfonías, operas y otras obras consiguiendo una partitura que atrapa por su vitalismo. El espléndido virtuosismo de la francesa Anne Marie North y del madrileño Antonio Cárdenas a los violines, junto al puntal necesario del viola almanseño Alberto Clé y la profunda densidad sonora del canadiense John Stokes al cello condensaron una versión plena de intensidad, a mas de extrovertida pero sin forzar los mimbres. No en vano, uno de los asistentes manifestó a la salida que ¡Acababa de reconciliarse con Shostakovich! Prueba superada.

La sesión abrió con el Cuarteto nº 1 (2002), de Hermes Luaces (Madrid, 1975), compositor formado en el Real Conservatorio de su ciudad. Autor de un amplio catálogo que incluye obras de cámara, sinfónica sin dejar de incursionar en la música electrónica, su cuarteto es pura música viva, que avanza impulsada por la agilidad de su escritura con la colaboración necesaria de los intérpretes. Conmovieron especialmente en el segundo movimiento - Con ternura- llegando al exultante Agitato final que atrapó al auditorio de la SFV sin posibilidad de escapatoria. Yo me lo puse otra vez en el YouTube al volver a casa? Muy de agradecer la inclusión de Cuarteto Op.56, ( Voces intimae) del finlandés Jean Sibelius escrito en plena madurez. Posiblemente es una obra que le sobra mas que le falta. Desafiante en su escritura, los Bretón, grandes profesionales, se volcaron con ahínco en una versión trabajada y pulida al detalle. Lástima que para terminar no honoraran a quien da el nombre al grupo: Tomás Bretón, quien escribió al menos 4 cuartetos de cuerda. Ellos prefirieron bisar con una deslavazada miniatura de Granados. A ver a la próxima?

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