Descubrir el ADN de una obra es, a veces, complicado. Es lo que ocurre con el óleo sobre tabla Descendimiento, datado entre los siglos XVI-XVII, y propiedad del museo catedralicio de València.

La procedencia de esta tabla así como su autoría aún son una incógnita por resolver, aseguran desde la Conselleria de Cultura. Según unos historiadores, la tabla ha sido atribuida a Vicente Macip, otros a Juan de Juanes (hijo de Macip) e, incluso, a Gaspar Requena. Lo único seguro es que el autor tuvo relación con el círculo pictórico de Juan de Juanes y sobre todo conocía muy bien su obra, pues se trata de una copia exacta, hasta en los más mínimos detalles, de la tabla del Descendimiento, de Juan de Juanes, que se encuentra en el Museo de Bellas Artes de Castelló.

La obra ha sido restaurada por el Institut Valencià de Conservació i Restauració de Bens Culturals (Ivacor) de la Generalitat Valenciana y hoy será presentada tras su recuperación. Cuando la obra ingresó hace un año en el departamento de pintura de caballete y escultura policromada del Ivacor, presentaba un estado de conservación «bastante regular», señalan los expertos del instituto.

«La obra está formada por tres tablas y cuenta con dos grietas que coinciden con las uniones de estas. Por la cara posterior, encontramos tres travesaños, dos originales y uno nuevo. Los bordes laterales presentaban ataque de insectos xilófagos, con la pérdida de material leñoso, sobre todo, el borde derecho. Este fue intervenido hace tiempo, rellenándose las galerías provocadas por los insectos con un estuco no original», explican desde el instituto.

La técnica pictórica es óleo, y este presentaba «gran cantidad de repintes de distintas épocas, que cubrían la pintura original. Esto se daba en las caras de todos los personajes, en la zona inferior del suelo, en la indumentaria y en el cielo. La capa de estos repintes era bastante gruesa y correspondía a intervenciones antiguas», apuntan.

Suciedad, grasa y polvo

En los estudios previos con fotografías ultravioleta, los técnicos del Ivacor encontraron distintos barnices y sobre estos una capa gruesa de suciedad, grasa y polvo. Después de los diversos estudios analíticos y científicos, la restauración consistió, a grandes rasgos, en una primera fijación y consolidación de la superficie pictórica y del soporte. El proceso de limpieza se realizó en tres fases distintas para garantizar «un respeto al original».

Se realizó, según el instituto de restauración y conservación, un barnizado de trabajo para el posterior estucado de las pérdidas de película pictórica y preparación y, como fase final, tuvo lugar la reintegración cromática. «Debido a las antiguas intervenciones agresivas, en cuanto a la limpieza de la pintura, nos encontramos muchas pérdidas de veladuras originales, sobre todo en las carnaciones. Esto hizo que la reintegración fuera muy laboriosa y al mismo tiempo, muy respetuosa con el original. Para finalizar, se aplicó un barnizado de protección», concluyen desde el Ivacor.