«Siempre imaginé que el paraíso sería algún tipo de biblioteca», decía José Luis Borges. Y ayer, La Nau, se convertía en ese lugar fetiche con el que soñaba el escritor argentino. Libros (o más bien «joyas», que decía la comisaria de la exposición Elisa Millás) datados del siglo XII, llenaban la Sala Duc de Calabria de La Nau.

Una exposición organizada por el Servei de Biblioteques i Documentació y el Vicerectorat de Cultura e Igualtat de la Universitat de València y comisariada por Margarita Escriche y Elisa Millás. ¿El objetivo? «Conservar, estudiar y difundir obras excepcionales, únicas y emblemáticas en la historia del libro, por su belleza artística y su valor histórico e intelectual», explicó Millás.

La desamortización del siglo XIX fue el origen de la colección «más valiosa» que actualmente conserva la Universitat, la de los manuscritos del duque de Calabria. Claros exponentes de los códices renacentistas y de temática variada que permite reconstruir la biblioteca napolitana de los reyes de Aragón iniciada por Alfonso V el Magnánimo y considerada como una de las mejores bibliotecas reales del siglo XV.

Entre estos 18 manuscritos y ocho incunables (primeros libros impresos anteriores a 1501), destacan obras como el Antiguo Testamento de San Vicente Ferrer, un regalo del papa Benedicto XIII; o el «best-seller de la época», según Millás: Roman de la rose. Uno de los poemas más difundidos entre la aristocracia europea de la Edad Media con miniaturas que «casi parecen fotogramas de un filme», explicó la comisaria.

Y, cómo no, la única obra que mereció ser salvada de las llamas por Don Quijote: el Tirant lo Blanc. Una impresión incunable de 1490 del que solo se conservan tres ejemplares en todo el mundo, una de ellas, en esta exposición abierta al público los martes por la tarde y viernes por la mañana. Visitas en las que, además, se enseña una réplica exacta de la prensa de Gutenberg con motivo del 550 aniversario del fallecimiento del inventor de la imprenta.

Son, por tanto, «libros de lujo», obras que seguían el modelo humanístico, renacentista e ilustrado de la época. De gótica caligrafía, hojas de vitela y con una ornamentación en la que el oro era protagonista, estos libros consiguen abrir la puerta a otra época.