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Crítica musical

Mar brava

Admirable recital el de la joven valenciana Mar Valor en la Sala de Pianos Clemente: un tour de force con 4 piezas de bravura, puestas en pie con seguridad, control técnico y, sobre todo, musicalidad. Es una artista adolescente pero que va madurando cada año con pasmosos resultados.

Empezar con Bach es una tarea de alto riesgo para cualquier pianista de talla. Ella lo resuelve con una visión sosegada, casi resignada, del texto, imponiendo su propio tempo ante la solemnidad del Preludio en Si menor BWV 867, que va creciendo compas a compás con claridad geométrica hasta llegar a la Fuga donde expone las voces sin perder de vista los ecos: algo insólito en una adolescente que está por alcanzar la mayoría de edad.

Para la Sonata en Do mayor, Op.2 nº3, de Beethoven, Mar supo cambiar de paisaje sonoro, con pulsación conveniente, precisión rítmica y claridad en las ornamentaciones, gracias a un control preciso del pedal. Desde el Allegro con brio inicial, su concepto de la obra se percibió diáfano gracias a un doigté diferenciado. Poco importan las emboscadas de la partitura, porque la pianista le tiene tomada la medida a la obra y todo fluye sin obstáculos. No hay duda que en un futuro cercano, a medida que profundice su aprendizaje, dosificará el ataque de sus fortes para evitar sonoridades menos rotundas. Con el Adagio supo extraer la calma impuesta por el autor graduando volúmenes y acentuando las frases con suma delicadeza. Danzó libremente en el Scherzo y el Trio la llevó al Allegro assai final, culminando una interpretación sencillamente admirable. La Phantasiestücke Op. 12 de Schumann es una joya del repertorio y material de alto voltaje: piedra de «toque» para cualquier pianista. Mar Valor a sus 17 años la enfoca de manera interiorizada y comprendida con momentos de escalofrío. Asombra como la toca ahora pero más aún por como la tocará en el futuro. Para terminar el recital, interpretó Los requiebros, de Granados con toda la gracia, garbo y donaire pedida por el autor. La pianista supo hacer respirar esos pentagramas, casi una improvisación sobre el tema popular de La tirana del trípili con el que el autor flirtea en toda la obra. Aplausos y bravos obligaron a la joven artista a un bis de Schumann. Haría bien la Sociedad Filarmónica de València a fichar a artistas canteranos como Mar. Quizá fuera una vía para recuperar a ese público joven que tanta falta hace cada martes.

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