«José María Morera era un magistral director de escena. Pero sobre todo lo era de personas», manifestó ayer Santiago Grisolía, presidente del Consell Valencià de Cultura (CVC). Sus palabras fueron entonadas en el homenaje rendido al director teatral fallecido el pasado 28 de agosto, «un genio de la escena» que fue secretario de la institución.

Este, un sentido adiós a quien rehusó en su momento que se le rindiera homenaje con necrológicas laudatorias cuando muriese porque, decía, «no las podría leer», consiguió reunir en el Palau de Forcalló (la sede del Consell) a buena parte del mundo cultural, nombres relevantes de las tablas entre los que destacó la presencia de María Fernanda De Ocón, Gemma Cuervo, Anna Maria Barbany, Lola Cordón y Joaquín Kremel.

Grisolía, quien presidía la mesa al lado de Jesús Huguet, secretario del CVC, la directora artística Carme Portaceli y el periodista y colaborador de este diario, Julián García Candau, reflexionó acerca de la trascendencia del dramaturgo dos veces Premio Nacional de Teatro y Mérito Cultural de la Generalitat en 2015. «Un hombre que inauguró la sede en la que hoy podemos despedirle y brindar por él», esgrimió.

Sus obras, «un canto a la libertad cuando el franquismo le cerraba sus puertas» crearon una «aventura esperpéntica» en cada uno de los estratos sociales.

En la derecha, por ser revolucionarios. En la izquierda por glorificar «demasiado» a la Virgen en su obra, decía con una carcajada la actriz María Luisa Merlo en el documental emitido en el homenaje.

En esta proyección también estuvo presente Morera donde recordó a todos los presentes: «Lo importante es lo que dejas, no lo que eres. Yo soy Morera y ya está». Pero su labor en el arte dejó una herencia que Portaceli considera «incalculable». «Él, que trabajó en una época oscura donde la cultura no estaba valorada», conseguía hablar de «las personas y de su condición» sin caer en «tópicas perspectivas». «Y eso, para mí, como mujer es importantísimo... Le agradezco su resistencia», reconocía Portaceli.

El director que introdujo los textos de Camus en las tablas nacionales también arrojó luz sobre los actores que ahora son imprescindibles en la cultura española cuando nadie antes les conocía. Fue el caso de Juan Echanove que, aunque no pudo acudir al acto, reconocía en la proyección que «lo poco que era» se lo debía a él. Así, José Sacristán, dejó escritas unas palabras, leídas por Huguet: «Si mil años viviese, mil años le estaría agradecido».

Y así, después de una hora de homenaje y un brindis por el director, García Candau zanjaba el acto: «Nunca lo olvidaremos y, de tanto en tanto, le dedicaremos una necrológica aunque no pueda leerla y será siempre de coraje y total admiración».