El Institut Valencià de Cultura (IVC) presentó ayer el espectáculo «Así que pasen cinco años», de Federico García Lorca, que la compañía Atalaya, en coproducción con el Centro Dramático Nacional, sube al Teatro Principal de València hasta el domingo.

En la presentación participó el director adjunto de Artes Escénicas del IVC, Roberto García, que presentó la compañía como «una de las históricas del teatro en España. En esta ocasión nos trae una obra de Lorca que juega transversalmente con los lenguajes escénicos». Junto a él estuvieron el director de la obra, Ricardo Iniesta, y la coreógrafa de la misma, Juana Casado. Esta obra está interpretada por Atalaya por segunda vez, ya que en 1986 Ricardo Iniesta ya la puso en escena con un montaje con el que realizó una gira por treinta provincias, entre las que también estaba València. Un espectáculo que supuso el lanzamiento del grupo sevillano.

El director diferenció el contexto en el que estrenó por primera vez la obra, «en una España esperanzada, contra la España actual, desencantada y corrupta, que también ha influido en esta nueva versión de la obra, más tenebrosa y perversa, más teatral».

Treinta años después, Atalaya vuelve a llevar a escena este texto «mágico». Nueve actores interpretan a la veintena de personajes que aparecen en la obra.

«Así que pasen cinco años» posee, según el IVC, «una enorme riqueza de colores y atmósferas que la hacen insólita en el panorama teatral español». El lenguaje es onírico, pero subyace en ella un clima de desasosiego que la acerca al teatro de la crueldad.

Los personajes de la obra, que carecen de nombre, son proyecciones del protagonista, que a su vez es una metáfora del propio autor. Resulta «inquietante» la coincidencia entre la fecha en que Lorca data la obra y la de su asesinato: el 19 de agosto de 1931 y el de 1936, así que pasaron, exactamente, cinco años.

La obra, además, es de «una tremenda modernidad». Su tema principal es el tiempo, de hecho Lorca la subtituló como «La leyenda del tiempo», título que luego Camarón elegiría para su conocido elepé, ya que utilizó la letra de uno de los poemas de Lorca de esta obra. Aquí, como en «Poeta en Nueva York», «resulta notable la influencia de las vanguardias en Lorca, especialmente el expresionismo y el movimiento surrealista, en particular André Breton», concluyeron las mismas fuentes.