«Godoy y yo» es el espectáculo de este cómico, que ha influido en Buenafuente o Berto Romero, que se verá mañana en Rambleta. Atiende el teléfono en la terraza de su casa en Barcelona, y según cuenta, observando una paloma a tan solo cinco metros de él, y atento para que no vengan los gatos. Tiene cuatro y un perro. Estaba nublado ayer, «pero ahí está la paloma blanca preciosa».
¿Cómo está maestro?
Muy bien, todo perfecto y con ganas de llegar a La Rambleta, como siempre. Son muchos años que voy por allí.
¿Qué nos puede hacer reir ahora?
Tantas cosas... La vida no es más que un gran cuento narrado por un idiota, decía Macbeth de Shakespeare. La vida nos hace reir. Todo lo que está ocurriendo es de risa.
Todo es de risa, pero a veces nos hace llorar.
La risa son lágrimas de humor que corren por la mejilla, decía Mark Twain. El humor y el llanto son hermanos, como la verdad y la mentira, el odio y el amor.
¿Ese humor era otro cuando empezó?
Siempre ha sido igual, con formas diferentes. Gila y Joan Capri hacían humor con una calidad, finura y saber hablar. Nunca oí en los monólogos de Capri un taco. Ni siquiera a Gila. El más grande humorista que conocí, Javier de Campos, decía que en un espectáculo un «coño» es un ovación. En cambio decirlo tres veces es una ordinariez. Hoy da pena el léxico y la manera de hacer humor.
¿Por los tacos?
Hay más tacos que letras buenas del castellano, un idioma maravilloso. Tanto a Gila, a Capri y a mi nos gustaba aquel humor de «La Codorniz», de imaginación, de fantasía, de mentira. El humor de lo cotidiano no nos va. Nosotros fantaseamos, mentimos, imaginamos. Usando el surrealismo y el absurdo.
Todo el mundo es bueno cuando se muere. Estoy seguro que muchos despreciaban el humor inteligente de Forges.
Forges es un genio. Me gusta mucho el humor gráfico, pero en el del cara al público... Nunca escuché a Chico Gordillo, ni a Cassen, ni a Gila los tacos que se oyen hoy en día.
¿Quién le hace gracia hoy a Godoy?
La gracia de hoy en día... El único con que me identifico un poco es con Berto. Faemino y Cansado me siguen gustando y poco más. Mis compañeros son muy jóvenes y hacen un humor que a mi no me agrada, aunque no me interesa tampoco.
«A mi edad estoy contento de estar en cualquier sitio», sostiene.
Lo digo muchas veces cuando salgo al escenario, siempre digo: «muchas ganas por venir y a mi edad es un placer estar en cualquier sitio». Cumplo 77 este año y soy el mayor de los charlistas y monologuistas. Gente joven como Berto o Leo Harlem son cuarentones. El cine, el teatro no es para los viejos. En televisión, la gente que hace monólogos es joven, gente mayor no hay. Y mujeres... no te digo nada.
Con edad se gana sabiduría. Por eso le agradezco el consejo que le oí hace tiempo, y cuando bebo whisky escocés en vaso corto y sin hielo no conduzco.
Claro, porque se puede derramar el whisky.
¿Qué vamos a ver mañana en Rambleta?
Un espectáculo en la línea mía, para soñar. La vida hay que vivirla no como es, sino como uno la sueña. Además soñar no cuesta nada es gratis. Todos los días sueño. Soy un soñador constante. La persona que no sueña, no aspira a nada. Los sueños llegan tarde o temprano.
