P Sin pasado, es difícil forjar un presente y futuro. ¿Qué ha aprendido del pasado del museo?
R Más que aprender, tenemos que celebrar la mera existencia del museo. Es increíble que en un país con los avatares políticos como el nuestro haya llegado a nuestros días semejante tesoro.
P ¿Y cómo está actualmente?
R Bien, pero con sus problemas. En los últimos 20-25 años ha experimentado una transformación que lo equipara a sus homólogos europeos y americanos. Pero sigue teniendo un talón de Aquiles: la financiación. El Prado está infradotado por parte del Estado. Queremos que juegue en la Champion´s League y que llegue a semifinales, pero lo hace con un presupuesto de segunda o tercera división.
P ¿Qué retos de futuro se le plantea?
R Tenemos dos retos inmediatos: la celebración de su bicentenario y culminar su ampliación por la incorporación del Salón de Reinos. Si todo fuera bien, a finales de este año debería empezar la obra. Habida cuenta del estado de los Presupuestos Generales del Estado y de lo poco que se contempla es posible que ya vayamos con retraso.
P ¿Cómo van a celebrar los 200 años?
R Es un programa variado. Habrá un programa de exposiciones ambicioso y actuaciones encaminadas a enfatizar la dimensión nacional del museo. Queremos llevar una obra maestra a cada una de las comunidades autónomas. En el caso de la Comunitat Valenciana la idea es que no venga a València porque intentamos evitar ciudades donde hay un museo de Bellas Artes que ya ha expuesto obras del Prado.
P Está a punto de cumplir su primer año como director del museo. ¿Qué balance hace?
R Un balance agridulce. Hay partes positivas como que el museo funciona bien, pero el problema del dinero es lo que me quita el sueño.
P ¿Es lo más difícil de gestionar una institución como El Prado?
R Sí, porque no depende de uno mismo. El museo se está autofinanciando en un 70 %, es un disparate. Lo que no puede, con su actual esquema de ingresos, es afrontar situaciones excepcionales. No hay ninguna institución cultural que se autofinancie en un 50 % ni de lejos, pedirle más ya es una locura.
P ¿Y lo más bonito?
R Además de tener algunas de las obras maestras del arte occidental, es contar con una plantilla que tiene un orgullo extraordinario de trabajar en el Museo del Prado. También es maravilloso ver las caras y el interés del visitante.
P Hay quien ve museos como El Prado como santuarios. ¿Le gusta esa imagen?
R Los museos tienen que ser lugares más cercanos. Durante mucho tiempo han sido sitios para muy pocos. Ahora estamos acostumbrados a que los museos sean sitios de atracciones de masas. En los 80 El Prado no llegaba al millón de visitantes, ahora tiene tres millones. El público debe desacralizar su relación con el museo y mantener la curiosidad por lo que hay dentro.
P Hace poco dijo que el público del Prado es selectivo.
R En El Prado se distinguen dos contingentes. Por un lado, el turista que visita la ciudad y, por otro, el más regular. Ese tiene un determinado perfil cultural y socioeconómico.
P También hay quien dice que ir a museos es caro.
R Ya me gustaría que el museo fuera gratuito, pero si me obligan a autofinanciarme. Dirijo un museo no estoy en Lourdes.
P En las últimas semanas se está debatiendo sobre la posibilidad de crear un museo Sorolla en València. ¿Qué le parece la idea?
R Creo que no es bueno el monocultivo. Sorolla es un pintor importante, que cada vez atrae más al público, pero el periodo más importante de la pintura valenciana en toda su época fue en torno al 1400.
P ¿El Prado prestaría obra a ese posible museo?
R Tenemos una colección muy flojita de Sorolla. Hay menos de 20. Al revés, somos un museo al que le vendría muy bien que nos dieran «sorollas» (ríe). Tenemos «Niños en la playa» y «Aún dicen que el pescado es caro» y lo demás son retratos.
