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Documental

"Veo una llovizna cuando mato a alguien"

Las Naves acoge el estreno de «El Monstruo», un documental en el que el mexicano Luis Carlos Davis toma testimonio a tres sicarios

"Veo una llovizna cuando mato a alguien"

Luis Carlos Davis se define como un ser de la frontera. Nació en Nogales, en el estado de Sonora, México, a sólo un paso de Nogales, en el estado de Arizona, Estados Unidos. De su territorio habló en «389 millas», un documental que recogía las vivencias de otros seres de frontera, incluyendo los «coyotes», expertos en hacer pasar inmigrantes ilegales. Conoció a mucha gente y esto le abrió la puerta para contactar con otros seres que habían cruzado otro tipo de frontera, una que es imposible volver a cruzar: la que separa la vida de la muerte. O, en este caso, la vida propia y la muerte de los demás.

«El Monstruo», el nuevo documental de Davis -que se estrena hoy en Las Naves como parte del Internet Freedom Festival-, recoge el testimonio de tres sicarios mexicanos al servicio del narcotráfico. Tres protagonistas enmascarados, sobre los que el director apenas sabe que uno es joven, otro tiene unos años más y que el tercero pasa de los sesenta. «Lo planee con ciertas reglas: no quería saber para quién trabajaba, cómo se llamaban, ni de dónde venían... Quería saber su historia personal, lo de adentro. No me metí en esto para sacar estadísticas», explicaba ayer el realizador a Levante-EMV.

«No lo volvería a hacer»

Un suceso disparó la idea del documental. «Mi mamá iba caminando en Nogales y tuvo que esconderse en una casa por una balacera. Se hablaba de los sicarios, y empecé a preguntarme quién era esa gente y porqué lo hacían». Gracias a los contactos que hizo con «389 millas» conoció a tres profesionales de la muerte, tres hombres que mataban por encargo. «Quedé con ellos y empezaron a contarme lo que hacían. Pero me dio miedo y me conformé con escribir lo que me habían dicho. Pero la historia no me dejaba descansar, tenía que sacarla. Así que decidí retomar el proyecto, se abrió otra puerta por otro lado y contacté con otros tres sicarios a los que en este caso sí me atreví a grabar».

«Ahorita si me dijeran que lo hiciera no lo volvería a hacer», reconoce el autor de «El Monstruo». «Un día iba con uno de ellos en un carro y llevaba una pistola. Pensé en ese momento que si me paraba la Policía y les dijera que estaba grabando un documental no me creerían, me llevarían en la cárcel. Así que lo más difícil era dominar el miedo, hacer el trabajo e irme». Ese mismo miedo que ahora dice ya no sentir pese al material sensible que maneja y que hoy hará público, le obligó a trabajar totalmente sólo para no implicar a nadie más. También le hizo plantearse qué pasaría si empatizaba con alguien capaz de acabar con la vida de otro humano por unos cuantos pesos.

«Yo nunca había conocido a nadie que abiertamente me dijera que había matado a alguien. Pero cuando te sientas en la misma mesa que él, y se abre... No sé, es complicado -afirma Davis-. Son los antagonistas de la sociedad y lo fácil es verlo en blanco y negro. Pero el ser humano es más complejo. Uno de ellos cuando acabamos de grabar empezó a llorar. Me dijo que nunca le había contado a nadie lo que me había contado a mí».

La principal pregunta que plantea Davis es por qué alguien mata por dinero. «Uno de ellos se metió porque era pobre y las circunstancias de la vida le llevaron a eso. Pero otro era de buena familia, no le hacía falta, pero se le hizo fácil disparar a alguien en una fiesta y acabó metido en este hoyo». Otra de las cuestiones esenciales de las entrevistas es qué sienten tras apretar el gatillo: «uno me contó que cuando ha matado, y ya lleva 33 veces, se le hace como cuando llovizna. ´Pero no a todos les llovizna. No sé si es porque a los que les llovizna van al cielo´, me dice».

Otra de las cosas que más le ha llamado la atención al realizador es la absoluta falta de «glamour» de sus protagonistas en contraste con la imagen poderosa de los sicarios que aparecen en tantas y tantas obras de ficción. «Esa imagen corresponde a una época que ya pasó. Ellos me decían que antes había más dinero, que ahora son pocos los que ganan mucho siendo sicarios. Ninguno de mis tres entrevistados ha tenido mujeres, sexo y drogas y lujos dedicándose a lo que se dedican. Son gente normal y corriente, gente como tu vecino que te ayuda a cortar el césped. Y creo que eso da más miedo todavía».

«Asesinar sale barato»

Los protagonistas de «El Monstruo» no llevan una vida normal, aunque a veces lo intentan. «Uno de ellos tiene su familia, y no sé cómo lo ha hecho psicológicamente para oprimir eso -explica-. Otro sí lleva dos años sin ver a su familia porque no quería que alguien lo reconociera con ellos. Al final del día, siempre acaba solo y amargado».

A partir de esta realidad del «solitario sicario lumpen», el director llega a otra triste conclusión: «asesinar sale barato. Como que una vida vale poco». Y a otra más: «el más mayor de ellos me dijo que él no mataba ni a mujeres ni a niños. Pero los otros dos no hacen esta distinción. Las generaciones más jóvenes vienen más sanguinarias, más duras».

Tras las entrevistas Davis mostró a los tres sicarios cómo habían quedado, le dieron su autorización para publicarlas y ya no volvió a saber de ellos. «Les pregunté por qué habían aceptado salir en mi documental. Uno me dijo que quería decir que no todos los mexicanos son cómo él, que la mayoría es gente trabajadora, luchona y buena. Otro me dijo que quería que la gente joven sepa la realidad, que esto no tiene nada de atractivo. Además, estaba consciente de que cualquier día lo podían eliminar y quería dejar su testimonio».

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