Que se quite Chuck Norris. A sus 87 años, Clint Eastwood (San Francisco, 1930) es sin duda el tipo más duro de todo Hollywood. Actor y director, polémico a veces, Clinton «Clint» Eastwood Jr. es el protagonista del libro El mito tras la máscara, escrito por el periodista y doctor en Comunicación Audiovisual valenciano Pau Gómez.

La obra, según explica Gómez, se centra en la faceta como director del protagonista de cintas como Harry El sucio. «El Clint realizador es el que ha dejado y dejará huella en la Historia del Cine, por mucho que el Clint actor llegase a ser una estrella indiscutible y protagonizase algunas películas muy recomendables», explica Gómez.

La idea de dedicar un estudio a esta faceta de director «me venía de lejos, incluso de antes de escribir sobre cualquier otro cineasta tipo Spielberg, Fincher o Nolan. Eastwood fue uno de los primeros autores que me fascinó cuando me interesé por la investigación cinematográfica, y sentía que tenía una deuda pendiente con él. Nunca me hubiera perdonado haber publicado libros sobre cineastas más jóvenes y lógicamente menos influyentes, y no hacerlo sobre alguien de semejante calibre», añade.

Pero, ¿qué hay detrás de esa máscara de tipo duro? «Un hombre que, con el paso del tiempo, se ha convertido en alguien capaz de desmitificarse a sí mismo. Como actor, patentó una imagen icónica, la del tipo de duro de gatillo fácil y mentalidad ultraconservadora. Pero su evolución como director le ha permitido darse cuenta de aquel encasillamiento y abrirse a una ideología mucho más plural donde tienen cabida la eutanasia, la igualdad racial o el rechazo a la pena de muerte. Me parece un contraste muy interesante, y hasta un ejemplo para muchos», explica Gómez, quien se atreve a calificar a Eastwood como «un actor con limitaciones que acabó convirtiéndose en director de infinitos recursos».

El trabajo tras la cámara

El libro de Gómez, editado por Cine Ultramundo y prologado por John Carlin, es más que una guía sobre los trabajos de «El bueno» de Sergio Leone. «Me atraía mucho más el cineasta de corte clásico que el actor estereotipado. Además, Eastwood consiguió sus mejores interpretaciones en películas dirigidas por él mismo y hasta llegó a ser nominado al Oscar al mejor actor en dos ocasiones, lo que reforzaba más todavía la importancia de su trabajo tras la cámara», dice el periodista.

Su investigación le ha permitido elegir varias películas fetiche del actor y director: «La que me descubrió al cineasta de enorme sensibilidad fue Un mundo perfecto, que vi siendo un adolescente y me cautivó. Con el paso de los años y conociendo también su obra anterior, me quedo con Bird y Sin perdón por ser las películas que lo revelan con un verdadero maestro, y por lo que supusieron desde un punto de vista cinematográfico, tanto para el biopic musical como para el western».

Pero para definir al personaje «cualquiera de sus grandes clásicos de los 80 y los 90, pero me quedo con Gran Torino porque en ella se conjuga a la perfección al director consagrado y al actor capaz de derribar sus propios prejuicios», señala Gómez.

Un político con enemigos

El autor de El mito tras la máscara no niega el lado más polémico, a veces, de Eastwood. «Por sus ideas políticas principalmente. Siempre ha sido un republicano convencido y hasta ejerció de alcalde de su localidad de residencia, Carmel, durante un par de años. Nunca se ha callado lo que pensaba y eso le ha ganado varios enemigos, aunque a través de su cine ha aportado una visión mucho más aperturista de la sociedad y de la vida que la de muchos de sus compañeros de partido».

Y si de alguien se podrá decir aquello de «murió con las botas puestas» será de él. «En mayo cumplirá 88 años y sigue al pie del cañón, con un ritmo de trabajo que ya les gustaría a directores mucho más jóvenes». Con nueva película, 15:17 Tren a París, «tiene varios proyectos a corto y medio plazo que ni mucho menos hacen prever que vaya a retirarse pronto. Ojalá todavía le queden unas cuantas obras maestras que regalarnos», concluye Gómez.