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Del norte y del sur

Obras de Mozart, Rossini, Attemberg y Piazzola

Sociedad Filarmónica de València.

Palau de la Música (valència)

Intérpretes: Camerata Virtuosi (J. Palomares, V. Parra, D. Beluffi, E. Fenoy, violines; D. Fons, viola; H. Coryn, cello y S. Rubens, contrabajo)

Comandada por Joaquín Palomares, reconocido intérprete internacional de la Valldigna, la Camerata Virtuosi es un ensemble de múltiples nacionalidades quienes, puntualmente, ofrecen sus conciertos en España y diversos escenarios europeos.

En esta ocasión, su interpretación de la tercera de las 10 suites para orquesta de cámara del sueco Kurt Attemberg (1876-1974), resultó el momento culminante de la noche. Es una obra realmente atractiva y un standard del repertorio nórdico, compuesta hace 100 años, y aunque Attemberg fue fiel a su estilo sin derivarse a otras escuelas del siglo XX, portaba en su producción no pocos ecos tardo-románticos pero también del folclore de su país. Palomares fue complementado por Fons a la viola, con el respaldo sustancial de Parra, Beluffi, Fenoy, Coryn y Rubens, luciendo la mejor línea melódica del concierto y estrenando un autor desconocido entre nosotros y una obra que fue disfrutada y muy aplaudida por los socios de la SFV. La sesión abrió con el Adagio y Fuga en do menor KV 546, de Mozart, un corto cuarteto de cuerda, al que se unió el contrabajo a la parte del cello. Fue expuesto con más velo que vuelo justificándose como inicio de calentamiento antes de la Sonata 3ª en Sol Mayor, originalmente a quattro de Rossini, cuya gracia, picardía y espontaneidad fueron liberadas de la partitura con mejor fortuna. Como en el resto del programa, el sonido distinguido del celista belga Herwig Coryn, emergió bien afinado y con toda su nobleza.

Cerró el concierto el ciclo de las Cuatro estaciones porteñas de Astor Piazzolla, un mosaico de naturalezas vivas de uno de los grandes músicos australes del siglo XX. Originalmente escritas para violín, piano, guitarra eléctrica, contrabajo y bandoneón, Palomares y la Camerata Virtuosi se decidieron por un arreglo (¿?) del ruso Leonid Desyatnikov (1955) en el cual riza el rizo en un «corta-y-pega» vivaldiano con mas efectos que afectos, siempre de cara a la galería, lo cual, sin apasionar, reclama el aplauso inmediato del auditorio. Dos nuevos Piazzolla´s ratificaron la querencia tanguera de la Camerata con una hermosa y sentida interpretación del Oblivion: una joya del repertorio argentino.

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