Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Entrevista

Vicente Ponce: "Las series han roto la hegemonía del cine"

«La mayor contradicción que sigo teniendo con la escritura es no pasar del narcisismo al exhibicionismo. No juego al intento de institucionalizar la banalidad»

Vicente Ponce: "Las series han roto la hegemonía del cine"

Hay libros y libros. «La longitud de la cuerda» forma parte de la segunda categoría. «En el fogoso espectro de las llamas busco un libro, o sus líneas...» escribe Vicente Ponce en una de sus composiciones, cada una con su ilustración. «Para mí y para el otro. También para el humo» es la dedicatoria inicial. Y cierra con una cita de Samuel Beckett: «Escribimos y escribiremos porque aquello de lo que queremos hablar no está».

P Hablemos. ¿Qué es el arte emergente?

R Una variación más de la temperatura que siempre ha estado entre lo viejo y lo nuevo. No tengo confianza en las definiciones cerradas, son pura vacuidad.

P ¿Le interesa?

R Me interesa el arte, es una parte de mi profesión. Pero plantearte el cine degradado, arte emergente, arte digital... Es una consecuencia de la batalla principal entre lo nuevo y lo viejo.

P Nunca la creatividad ha estado tan difundida, pero tampoco tan precaria.

R Ese engaño se perpetua. Sin acudir a la vieja posición de Marx de la lucha de clases, podríamos acudir a la de Leopoldo Maria Panero, que la historia es un intercambio de humillaciones.

P Se supone más espíritu crítico desde al ámbito de la cultura. La Facultad de Bellas Artes siempre fue pionera.

R Me jubilaré en un año o dos, y me supone un gran desgaste emocional marcharme, porque lo que dejo no me gusta.

P ¿También ha llegado el postureo a las aulas?

R ¿Qué porcentaje de personas interesantes puede haber en una clase de cuarenta? Quizá el cinco por cien. Eso no es una critica a ellos, no llegan solos. Las cargas están en muchos lugares.

P ¿Por eso se refugia en la literatura?

R Sinceramente sí.

P ¿Por qué la poesía?

R Porque es un acto del lenguaje más complejo. Recuerdo que los primeros versos los empecé a escribir en el 81, pero tardé muchos años en publicar, casi veinte.

P ¿Pudor?

R Es una palabra hermosísima. No sentía la necesidad y había un cierto pudor. En el mundo griego solo había dos cosas nobles, la poesía y la música.

P Su poesía, y más en este libro, es muy visual.

R Algunos son muy visuales y muy transparentes. Otros, por el contrario, no. Son las vacilaciones de la escritura. Escribes con las debilidades y las contradicciones, y con el sentido más dramático de la situación. No me gusta lo que veo, no me gusta este país.

P ¿Le gustó alguna vez?

R No.

P ¿«La longitud de la cuerda» es esa alegoría de la madurez plena que tanto despreciamos?

R La longitud de la cuerda se desprende de un poema de Celan. Es el previo al ahorcamiento. Hay una cuerda que se estira... y ¡pum! Era un viejo proyecto de una novela que empecé en el 87, y se quedó durante mucho tiempo hasta que finalmente pasó a esto. He jugado con los títulos de una forma muy dramática.

P El libro es un tesoro, con unos dibujos muy en acción con el texto.

R Me preocupó que hubiera amigos de todas las generaciones. Rafa Calduch y Horacio [Silva] son un poco mayores que yo. Hay algunos que se lo han trabajado mucho.

P ¿Conocían al texto?

R Les mandé el poema y les dije que hicieran lo que quisieran.

P ¿Pensó el artista para cada poema?

R Sí, y nadie me dijo nada.

P ¿Qué hizó cuando vio el resultado?

R Un chaval que era muy buen alumno, Antonio Linde, me pintó a mi, y me sentó como un cuchillo en la oreja. Yo no soy el poema.

P ¿Se lo dijo?

R Sí, me explicó que quería hacer otro retrato. Posiblemente es el único, y eso que es un artista muy interesante, muy matérico, pero no hacía falta.

P ¿Qué poesía lee?

R De todo. No lo absorbes todo, no lo naturalizas. Tienes tus santones poetas que vuelves a visitar una y otra vez.

P Pues yo aún estoy levitando con la edición bilingüe de Ausiàs March de Cátedra.

R Un poeta de una elegancia infinita.

P Hablábamos de arte emergente y hemos terminado en el siglo XV. ¿Cuándo dejó de escribir artículos abandonó este mundo?

R La mayor contradicción que sigo teniendo con la escritura es no pasar del narcisismo al exhibicionismo. No juego al intento de institucionalizar la banalidad. Algunos no diríamos teatro emergente, sino que se dice de determinadas disciplinas. Es lo mismo que pasa con el tema relato. ¡Todo el mundo busca un relato!

P Sin relato no eres nadie.

R La moda, la política... Es el viejo rollo de querer ordenar el caos. Es solo una cuestión electoral... Pues diría lo mismo con el cine emergente, es una operación publicitaría que nació sobre todo de festivales de Asía.

P ¿Le molesta el término «industrial cultural»?

R No, el problema es el acento. Los franceses han jugado mucho tiempo con ese rollo. ¿Es el cine una industria cultural o una cultura que tiene una base industrial? No cabe plantearse un temor respecto a la industria cultural. Hay una industria que piensa que la cultura es una rama más del negocio, y lo es.

P ¿Hay mucha gente atrapada en las series?

R Atrapan porque son muy buenas para fidelizar. La series las metes dentro de casa y eso no pasa con un película. Es la ruptura de la hegemonía del cine.

P ¿Hay censura en España?

R Hay tentativas para que exista de una manera más extensa. Si se atreven con [Santiago] Sierra, con los que cantan, con los monologuistas... igual después se atreven conmigo y contigo.

«Un poema no derribará un muro, pero lo mismo persuade a alguien para que lo haga con su mano», es la reflexión final de Vicente Ponce.

Compartir el artículo

stats