¿Cómo será el Museo de Bellas Artes de València tras la puesta en marcha del tan esperado plan museológico? La respuesta definitiva solo se sabrá una vez el Ministerio de Cultura adjudique el contrato para poner en marcha el proyecto que se anunció a principios de 2016. Hasta entonces, el visitante puede hacerse una idea si pasea por la pinacoteca de la calle San Pío V tras la reapertura de la primera planta, después de haber acometido unas obras de mejora y adecuación de la colección permanente.

Así se extrae de las palabras del director del museo, José Ignacio Casar Pinazo, y del conservador, David Gimilio. Ambos, junto al equipo de la institución, han elaborado durante los últimos meses una serie de informes que acercaban posturas al Ministerio de Cultura respecto al plan inicial, que desde Madrid consideraban demasiado valenciano. Hasta ahora ha habido entendimiento en cada una de las áreas presentadas y el último eslabón pasa por enviar al ministerio (a finales de este mes) una breve memoria, que será la que se incorpore a la convocatoria pública para adjudicar el plan. A ella deberá ajustarse el museógrafo que aspire a lograr el concurso.

Resultado de ese trabajo previo es la reordenación de la primera planta del museo, que ha vuelto a abrir sus puertas, después de varios meses cerrada. En ella se han incorporado, entre otras, algunas de las piezas de la Colección Delgado, se han expuesto obras casi nunca vistas y nuevas piezas cedidas en comodato.

«Siguiendo las indicaciones de la comisión ministerial», según señala Casar Pinazo, la primera planta del museo se estructura en tres salas: pintura del Barroco, con un discurso no solo valenciano, sino también español y «más completo», acercándose a un concepto europeo; un segundo espacio aborda la pintura italiana y flamenca del siglo XVII; y en la tercera reúne piezas del siglo XVIII, desde el Academicismo hasta el Romanticismo, con obras de hasta 1850.

Sin embargo, el visitante del «nuevo» Museo de Bellas Artes no se encontrará solo con una pinacoteca. La intención de su director, como ya ha insistido en varias ocasiones, es ir más allá. Aunque todavía queda mucho por incorporar, en la reformada primera planta -que ha sido pintada de blanco, ha reorganizado la disposición de los cuadros o mejorado la iluminación- también se han introducido otros elementos como muebles, esculturas o jarrones que antes eran simplemente decorativos y que ahora toman carácter de objeto de museo.

Para Casar Pinazo esta renovada planta es una «experimentación del futuro por la forma en la que se articula el discurso integrador». Insiste en que lo que ahora se exhibe es «temporal» ya que «es objeto del concurso del ministerio». Será el museógrafo el que decida la distribución. De ahí que no se atreva a hablar de plazos, aunque asegura que el ministerio trabaja ya en los pliegos. Hay que recordar además que también está pendiente la utilización de los espacios resultantes de la V fase de ampliación del museo.

Labor divulgativa

Tanto el director como el conservador del museo insisten, además, en el carácter «divulgativo» de la propuesta. En este sentido, avanzan que en la entrada de cada sala habrá información sobre el periodo que abarca y las piezas que alberga para que el visitante una vez se adentre en las salas «vea las obras sin distracción». «Los fondos del museo son la clave», señala Gimilio. Al respecto, el conservador explica que «es una apuesta clásica; las había más rompedoras, pero no queríamos que pasara de un museo mudo a experimental». Avanza, no obstante, que la hoja de ruta contempla audivisuales y proponen música ambiental renacentista en algunas salas.