Un corcho lleno de fotografías da la bienvenida al visitante en el número 43 de la calle Turia. Todas ellas recogen escenas de obras de teatro que van desde lo más vanguardista a lo más clásico, con tal de formar un mapa cronológico de un espacio que ha ido mutando con el tiempo. Arriba del corcho hay colocada una placa metálica, muy pequeña, en la que está inscrita la siguiente frase: «Entrée des artistes» (Entrada de los artistas). Es la señal que informa al visitante de que se encuentra no sólo en un teatro, sino en una escuela de artistas. La Sala Off es desde hace 15 años un centro de referencia para todos aquellos que quieran aprender a bailar, interpretar textos y tocar música. Llevaba dos años sin actividad escénica después de que el Ayuntamiento de València cerrara su persiana a falta de una licencia de actividad. Tras más de una década de vaivenes con el gobierno municipal, el próximo martes «reinaugurará» su espacio escénico tras un año de reformas que otorgarán a la Sala Off de un segundo espacio escénico el próximo mes de septiembre.

La empresa que gestiona la sala, capitaneada por Toñi B. Forascepi y Pedro Giménez, adquirió recientemente un bajo anexo al centro que había pertenecido a una empresa de equipos de informática. Este bajo acogerá el segundo escenario del centro, así como la entrada principal. A finales de año, los gestores esperan reinaugurar su cafetería-restaurante (con nuevo comedor y cocina) y una sala de teatro con un aforo de más de un centenar de espectadores.

«Vamos a contrarreloj», comenta Pedro Giménez, director de la Sala Off, y «un loco» que pensó que abrir una escuela de teatro era «muy buena idea». «En 2002 empecé a hacer cursos de interpretación sin parar. Me iba a Madrid y a Barcelona a hacerlos. Me di cuenta de que en València no había una oferta formativa rica en la que poder aprender a hacer magia, clown, danza...», explica. Por aquel entonces, únicamente se podían hacer estos cursos en Centro Escalante (calle Landerer) y en la Escuela del Actor (anteriormente situada en la calle Alcalde Albors, y ahora ubicada en Espai Rambleta). Ante esa carencia, Giménez, director comercial de una empresa en Castelló, se enroló en un proyecto «descabellado» -todavía lo ve así- junto a dos amigos Patrick y Rafa. La decisión fue tomada al ver el cartel de «Se traspasa» colgado de un gimnasio de la calle Turia. Un año después de haber rebautizado el espacio como Sala Off, Giménez decidió dar una vuelta de tuerca al proyecto y alquilar un espacio anexo, una antigua carpintería metálica. En poco tiempo, los tres amigos erigieron una escuela de artes escénicas de 1.000 metros cuadrados. «Era un proyecto muy ilusionante. Me fascinaba el hecho de poder transformar un espacio destruido en un teatro con mucha vida, y lo queríamos hacer a nuestra manera», comenta el director. Según él, por aquel entonces querían decir el «cómo y cuándo» de todo lo que ocurría en la escuela. «Queríamos estar al margen de todo. Tampoco pedíamos subvenciones, porque ya se sabe: si vas a pedirle dinero al patrón hay que acabar haciendo lo que este quiera», asegura.

Por esos años hacían montajes como Romeo y Julieta al que acudieron más de 100 personas al estreno. Incluso llevaron la obra al Club Diario Levante-EMV. La noticia salió publicada al día siguiente con el titular: «Locos con ganas de teatro». «No teníamos grandes ambiciones, solo queríamos hacer lo que nos apetecía». Las mejoras de las instalaciones y las peticiones para conseguir la licencia como sala polivalente fueron intercalándose en el tiempo. Cuando el ayuntamiento ponía trabas al proyecto y clausuraba el local, los dueños aprovechaban para hacer cambios en el espacio. Cambios necesarios. «Me acuerdo que en una ocasión hicimos pasar a la gente con paraguas al teatro. Estaba lloviendo y el agua caía como en la calle. Era un desastre», narra Giménez entre risas.

Llegaron a montar un musical sobre el escenario con unos 18 actores, guitarras eléctricas y batería... Y adivinen. Y el local no estaba insonorizado. Ahí es cuando vino la primera denuncia. «La Off era considerada como el ´niño malo´ de la ciudad», afirma Giménez. A partir de entonces comenzó un amor/odio con la municipalidad que ya ha terminado. «Estuvimos mucho tiempo esperando si el proyecto era apto para la licencia. Casi me arruino», comenta el director.

Acabó solo al frente de la Off tras la salida de Patrick y el fallecimiento hace nueve años de su segundo socio, Rafa Cruz, antiguo gestor de la escuela de teatro Cebae. Durante ese tiempo, Giménez se planteó muchas opciones, desde traspasar el negocio a asociarse con otras empresas. Pero decidió seguir solo. No quería perder el alma de la Off. «Prefiero ser cabeza de ratón a ser cola de león», apunta.

El motor del submarino

La escuela es el «motor que pone en marcha el submarino» que es la Sala Off, según Giménez. En su fundación en 2002 contaba con unos 80 alumnos, ahora hay inscritos 350. «Hemos crecido muchísimo, y esperamos expandirnos más». Las reformas del segundo edificio (la antigua carpintería metálica), con el restaurante y el espacio escénico, hará posible que el centro pase a tener 1.500 metros cuadrados dedicados a la formación y a las artes escénicas, a la altura de Las Naves de Joan Verdeguer, el Teatre El Musical o El Micalet. Por la escuela, han pasado profesionales como el director Peter Brook o el actor Ernesto Tomasini y han colaborado compañías valencianas como La Teta Calva. De hecho, en las instalaciones de la Off ensayó el montaje de Las aventuras de T. Sawyer, candidata al Mejor espectáculo juvenil en los próximos Premios Max.

La próxima temporada del centro estará marcada por el cine (Festival Internacional de Cinema Ciclista a partir del 19 de abril), la danza (Sound of the trap, de la compañía Bodhi Project de Salzburgo, el 4 de abril) y el teatro (Güela, Güela del Teatro Galitoon, a partir del 8 de abril). Está previsto que la próxima temporada arranque con las dos salas de teatro abiertas, donde se espera una programación estable de danza, música, cabaret y teatro infantil y para adultos.