Ayer falleció una leyenda viva del toreo a caballo. Ángel Peralta vivió encima de la montura y pasó gran parte de su vida envuelto de toros bravos y caballos, animales a los que adoraba: «Amar a los animales es amar la creación», afirma uno de sus pensamientos. «Gaviota» fue su primer gran caballo, el animal que le puso en la pista de las grandes ferias y le hizo apasionarse por el mundo del toro y para el recuerdo también quedarán los pares de banderillas sin cabezada a lomos de «Favorito». «El caballo es amigo porque no traiciona / Es valiente porque afronta el peligro / Es leal porque confía en los mandos / Es sincero porque no sabe mentir; reacciona tal como lo siente / Es guerrero porque sabe luchar / Es fiel porque prefiere a su jinete», dejó escrito en 1994.

El «centauro de las marismas», apodo que le puso el ganadero salmantino Antonio Pérez-Tabernero, fue el inventor de una gran variedad de artilugios para el campo bravo. Entre ellos se encuentran la nueva forma de espuelas vaqueras, el cajón de cura para los toros bravos o la mesa de operaciones para equinos. Peralta dio fuste a las corridas del arte del rejoneo, impulsó el toreo por colleras y el bello paseíllo que hacen los jinetes al comienzo de cada festejo de rejones. Marcó un antes y un después con el grupo de los «Cuatro Jinetes del Apoteosis» junto con su hermano Rafael, Álvaro Domecq Romero y el portugués Lupi y, además, fue el primer rejoneador en cortar el primer rabo en la Real Maestranza de Sevilla en 1971 frente a un toro de Urquijo. Ese mismo año sumó un total de 127 paseíllos y batió la marca de festejos toreados que hasta entonces ostentaba Manuel Benítez, «El Cordobés», y de triunfos obtenidos.

Su pasión por la cabalgadura le llevó a crear los caballos toreros y recuperar el histórico jaco español de estirpe cartujana. «La pureza es el sello de esta raza/ conservada por frailes cartujanos/ que forman caballos soberanos/ con perfil esbelto de su traza», relata en un poema. En 1966 también se hizo cargo de la ganadería de Carlos Melgarejo Osborne y la bautizó como Viento Verde. El 28 de julio de 1960 lidió un gran corrida en València durante un mano a mano entre Antonio Ordóñez y Paco Camino. Enrique Ponce cortó dos orejas al toro «Gomero», de los Hermanos Peralta, el día 19 de marzo de 1992 en el coso de la calle Xàtiva. Criar y domar, ese fue su oficio. Descanse en paz.