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Entrevista

María José Marco: "Me di cuenta de que lo había pasado tan mal que al final me había enamorado de mi dolor"

«Hemos vuelto a una especie de Edad Media, con mucha violencia y diferencias de clase, pero también mucha creatividad»

El director de la fundación Antonio Pérez, Cirilo Novillo; la pintora María José Marco y la alcaldesa de San Clemente, María Soledad Herrera Arribas Levante-EMV

Desde mañana jueves y hasta el 10 de junio, la Fundación Antonio Pérez exhibe en su sede de San Clemente (Cuenca) la exposición «La pasión y el tormento» de la artista valenciana María José Marco.

¿Qué le ha llevado a volver a exponer después de tantos años?

Nunca he dejado de pintar. Estaba apartada de las exposiciones pero no de la pintura. Pero después de una situación muy dura lo retomé y me plantee este proyecto, que es muy personal y viene de un dolor muy grande que tenía.

¿Y cómo se ha reflejado este dolor en sus nuevos cuadros?

Siempre he trabajado con elementos orgánicos: con restos de comida, con hierba, con residuos? Pero me di cuenta de una forma intuitiva que había cambiado mi paleta de colores. Había pasado de los verdes y los ocres a los rojos, y de fotografiar cosas orgánicas y vegetales, a fotografiar trozos de carne. Sigo los mismos planteamientos estéticos, pero hay un cambio de color que hace que la expresión artística y plástica sea más dura.

¿Por qué «La pasión y el tormento»?

La pasión, aunque normalmente se suele relacionar con el amor, yo la uso con la acepción del sufrimiento, que también viene en el diccionario. Me di cuenta de que lo había pasado tan mal que al final me había enamorado de mi dolor, de ahí que lo identifique con la pasión.

Ahí se adivina un fondo muy religioso...

Sí, la pasión con un sentido religioso, místico. Y también tiene que ver con mi gusto por la música religiosa, con el dramatismo en el arte? La pasión tiene su parte buena, cuando tiene que ver con las cosas que te gustan, pero yo la asocio con ese sufrimiento.

Y también un fondo muy brutal...

Sí, porque la exposición tiene un origen personal pero va sobre la violencia, el dolor y la muerte con los que carga la sociedad. Muchos me han dicho que el contenido es muy fuerte, pero no creo que sea más fuerte que lo que sale en un telediario o en un periódico. El hilo conductor es el color rojo, que es una forma de representar la violencia a través del color. Habla del maltrato animal, el maltrato a las personas, los incendios? Las imágenes de los incendios me provocan una gran violencia visual, igual o más que el maltrato a una persona o a un animal.¿Preparar esta exposición ha tenido para usted algo de terapéutico?

Mucho, hasta el punto que la veo ya como una cosa externa, algo en lo que ya no estoy.

Hay un contraste curioso: a usted pintar estos cuadros le ha aliviado el sufrimiento, pero al mismo tiempo le transmite sufrimiento al espectador...

Sí, porque quiero que el espectador reflexione sobre la violencia y el mundo violento en el que vivimos. Y está el tema de la muerte, del que se ha escrito y pintado y hecho cine y música, que no nos gusta a nadie pero siempre se presta para una reflexión. Pero no quiero que se interprete mi pintura como una alegoría de la violencia ni de la muerte.

¿Qué aporta el arte ante la proliferación de la violencia?

Transformarla en una estética a través del color o el movimiento para que nos ayude a centrarnos en los acontecimientos y reflexionar sobre ellos.

¿Sigue trabajando a partir de fotografías?

Sí, soy de esos artistas que van siempre con la cámara fotografiándolo todo. Monto mis propios bodegones, los fotografío y a partir de ahí, pinto. Para esta obra me dejaron medio vaca, la traje al estudio y empecé a hacerle fotos?

O sea, que ha pasado de fotografiar platos de arroz con acelgas a vacas muertas...

Pero es porque un trozo de carne me representaba el rojo y la violencia que quería reflejar. No soy una pintora completamente abstracta, pinto a partir de lo que veo. Alguien me dijo que esa obsesión por pintar trozos de carne muerta tenía que ver con los «vanitas», los bodegones barrocos que son alegorías de la muerte.

El año que viene expondrá en el Monasterio de Silos. ¿Qué pinta una colección inspirada en la violencia en un remanso de paz como aquel?

La exposición tiene un componente muy espiritual y ellos son gente que no tiene prejuicios y, por lo tanto, que no juzga. No les desagradó el proyecto. Hablé con el padre abad, Lorenzo Maté. Me miró, me dijo que hacían pocas exposiciones, pero que yo tendría un hueco en 2019. Es un lugar ideal para las exposiciones.

Silos es una de las joyas del románico, un estilo que también tiene elementos muy brutales...

Creo que la Edad Media fue socialmente nefasta, pero esa brutalidad favoreció el arte. Y ahora hemos vuelto a una especie de Edad Media, con mucha tecnología pero llena de violencia, abusos de poder, diferencias de clase? Creo que ese paralelismo existe: esta es una mala época socialmente, pero muy rica en creatividad.

Expone en Cuenca y Burgos. ¿Los años de parón le han desconectado de València?

No me he desconectado, pero sí he encontrado dificultades para exponer en una galería. Es un proyecto muy duro? En la exposición que se hizo en el Centre del Carmen sobre el maltrato animal («València capital animal») lo consideraron demasiado brutal. Pero si hay una cosa que me apetece es exponer en València después de tanto tiempo.

¿Y después de «La pasión y el tormento» qué?

Quiero desarrollar más este proyecto desde el punto de vista de la plástica, continuar investigando. No soy una María José Marco diferente, sino evolucionada. He vuelto a pintar, a trabajar y a vivir.

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