Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Entrevista

Carmen Iglesias: "No conocer la historia nos lleva a esas mentiras que llaman posverdad"

«Esta obra es inacabable e inacabada: siempre hay nuevos datos que incorporar» - «Queremos que el 'Diccionario Biográfico' sea útil para la sociedad»

Carmen Iglesias: "No conocer la historia nos lleva a esas mentiras que llaman posverdad"

Acaban de lanzar la versión on line del «Diccionario Biográfico», ¿Qué ha supuesto para usted?

Ha sido muy emocionante, porque llevamos trabajando muchísimos años en este proyecto, con un equipo pequeño pero excelente. Creo que era una obra pendiente de la Academia desde el siglo XVIII, y que ahora con la tecnología que tenemos podemos hacerla realidad. Creo además que es importante que hayamos hecho un lanzamiento dirigido no sólo a los investigadores o los grupos universitarios, que lo van a poder aprovechar al máximo, pero que también será útil para el resto de la sociedad. Y esto, que el Diccionario Biográfico llegue a todo el mundo, es muy importante, porque en él no están sólo los grandes personajes, que todos están; también el ciudadano medio que ha hecho algo por la ciudad en la que vive, o aquel que se fue a América y trajo una innovación... Lo apasionante de este diccionario es esa transversalidad.

¿Cuántas entradas tienen?

Alrededor de 45.000, y tenemos otras 20.000 en preparación. Todas ellas firmadas por un historiador o un experto, con un rigor metodológico. Es una lectura polifónica, con la voz de más de 5.000 historiadores. Naturalmente, no siempre son coincidentes, pero todas tienen ese mismo rigor.

Esas 20.000 entradas en preparación, ¿piensan sacarlas en una sola tanda, como una segunda edición, o son para ir publicándolas paulatinamente?

Para irlas publicando. La ventaja de la tecnología es que no hay que esperar. Siempre he insistido en que esta obra es, por definición, una obra inacabable e inacabada. Siempre hay nuevos datos, lo estamos viendo en estos primeros días de lanzamiento, con las visualizaciones creciendo de forma exponencial y, con ellas, las informaciones que estamos recibiendo. Sólo el primer fin de semana recibimos más de cien correos que nos amplían informaciones sobre algunos personajes.

¿Les ha sorprendido esta respuesta?

No sé si se puede decir que nos sorprenda, porque estamos convencidos de que es una obra importante, pero sin duda nos satisface. Yo digo en broma, pero también un poco en serio, que hemos dado trabajo a la Academia de Historia para otros trescientos años. Porque hemos lanzado el Diccionario Biográfico este año muy a propósito: cumplimos en estos días 280 años. Queríamos que en ese momento fundacional la obra estuviera fuera, porque creemos que es un servicio importante a la sociedad y a la historia.

La primera edición también tuvo varias entradas controvertidas, que hubo que revisar. ¿Enturbiaron mucho su publicación?

Sí, la enturbiaron mucho, porque además era una minoría del 0,006% del total de las biografías o una cosa así, una cosa mínima en 50.000 biografías. Pues lo enturbió totalmente. Es verdad que en aquel momento faltó un consejo editorial, porque había prisa en sacarlo, pero siempre se les dijo a los autores que fueran lo más objetivos posible.

¿Cómo discriminan, entre toda esa cantidad de personas?

No hemos partido ni de cuotas ni de un apriorismo de decir «aquí deben entrar por provincias» o «que haya tantos de tal cosa y tantos de tal otra», en absoluto. Nosotros hemos volcado todos aquellos de los que teníamos fuentes y podíamos documentar lo que han hecho, para que el historiador o el experto de turno pudiera biografiarlos. Y eso ha dado un tesauro maravilloso que merece la pena consultar y que se enriquece con las aportaciones de todos, como decía. Hay mucha gente que ha buscado a sus antecesores y ofrecen un manuscrito que tienen, una carta, un dato que no conocemos... Todo eso irá al consejo editorial y lo iremos incluyendo. Hay una interacción entre el diccionario, los autores de las biografías y la gente interesada muy fluida.

Un trabajo comunitario.

Sí. Cuando lo lanzamos, alguien lo llamó «el Facebook de la historia», por las relaciones entre los personajes, que es una novedad absoluta de este proyecto. Este es un proyecto para todos, no solamente para una élite investigadora.

Eso conecta con un reto que se marcó usted cuando asumió la dirección de la Academia de Historia, hace cuatro años: abrir la institución a la gente.

Sí. Empezamos ya desde el primer año a poner jornadas de puertas abiertas. No tenemos medios, pero gracias a las ayudas privadas de Protectores y Amigos que tenemos desde hace años y que se han mantenido en parte a través de la pasada crisis, podemos sobrevivir con austeridad y seguir trabajando. Y para la gran plataforma tecnológica y la presentación on line del Diccionario Biográfico Electrónico han sido La Caixa y Telefónica los apoyos imprescindibles y generosos para poder llevarlo a su culminación. El Estado ayudó mucho en su momento, pero la crisis ha sido un golpe tremendo para una Academia como esta.

¿Se trata también de transmitir que la historia es algo vivo, en continua revisión?

Claro. Es que yo estoy pensando mucho en las posibilidades en el ámbito de la educación, en que se pueden hacer aplicaciones para primaria y secundaria. Y además es importante en una época como la nuestra, porque este diccionario responde a lo más profundo del pasado, que es la historia, y a la vez a la alta tecnología. Demuestra cómo la tecnología puede ayudarnos a preservar la historia.

Sobre todo ante las tendencias de determinados poderes por manipular la historia, ¿no?

Totalmente. Es que eso es peligrosísimo. Nacemos con una genética, un diseño cerebral, que nos condiciona mucho, en unos casos más que en otros. Pero para saber quiénes somos, una gran parte depende de dónde hemos estado, de qué hemos aprendido. Somos genes e historia, genes y memoria, genes y pasado.

Habla de la educación, ¿cómo estamos en enseñanza de historia en España?

Fatal, fatal. En humanidades, en general. Lo de las dos culturas, ciencias y letras, debería ser falso: tienen que estar absolutamente relacionadas porque unas cosas llevan a otras. En la enseñanza clásica, en la griega, eso era fundamental. Y en este momento es un desastre, en occidente en general, en unos sitios más que en otros, y más concretamente en España. Primero porque la enseñanza se ha fragmentado, porque cada autonomía decide por sí misma y no hay un mínimo tronco común. Esto nos lleva a esa mentira que llaman posverdad.

La manera posmoderna de llamar a la mentira.

Claramente. Ahí me gusta recurrir a Isaiah Berlin y a Hanna Arendt, que es absolutamente básica para nuestro tiempo. Sus textos parecen escritos anteayer. Con estas amputaciones que se han hecho en la enseñanza, se ha impuesto lo que Berlin llama, y también Arendt de otra manera, las verdades subjetivas. El cerebro cuando recibe constantemente unas consignas acaba pensando que son verdad. La propaganda de Goebbels era exactamente esto. Quieren olvidar la historia porque enseña que nada es definitivo y que los totalitarismos destruyen a los individuos y a la sociedad.

Ahora tenemos el caso de Facebook.

O el de Cataluña, que es una historia absolutamente inventada por los nacionalistas, falsa. Lo que dicen de la Guerra de Sucesión... fue una guerra internacional, no tiene nada que ver. Se inventaron además que ellos fueron antifranquistas, cuando hubo de todo por eso que decía: son los individuos, las personas, las que hacen la historia. Por eso nuestro diccionario es importante.

Cuando Puigdemont lea la biografía de Felipe V les va a escribir...

Sí, sí. Pero se lo han inventado. Lo de la Guerra de Sucesión, lo de Utrecht... Mira que hicimos congresos, incluso en Barcelona, pero nada.

Estos mitos historiográficos, ¿hasta qué punto estamos pagando el rechazo a determinados símbolos españoles tras el franquismo?

Lo estamos pagando. Estamos pagando la dejación de tantos años respecto a los partidos políticos que pensaron que con democracia está todo arreglado. Y se olvidaron de lo que decía don Francisco Rodríguez Adrados: que la democracia es una tela de Penélope que hay que estar continuamente cuidando. Es simplemente el menos malo de los sistemas políticos que hemos creado.

Luego nos encontramos con salidas como la de la alcaldesa de Barcelona, llamando «facha» al Almirante Cervera tras retirarle la calle.

Eso es tremendo, es una ignorancia absoluta y una osadía, la osadía del que no sabe nada. A otros militares se les critica porque se dice que tuvieron una «vida heroica», pero es que si se jugaban la vida es una descripción casi militar, no es que pongamos un adjetivo.

Otro debate es el mal que se le está haciendo a las universidades, con escándalos como este de los títulos falsos en Madrid. ¿Podremos repararlo?

Es un descrédito que me preocupa, como también el descrédito de la justicia. Podrás estar de acuerdo o no, pero hay que respetar las sentencias, porque los jueces son garantes de la democracia. Pero el caso de la universidad entra dentro de toda la crisis de la educación. Sobre todo desde el momento que se empezó a actuar a través de que no valía el mérito puramente intelectual e individual, sino el pertenecer a un sitio o a otro. La universidad, por otro lado, siempre está en crisis, no desde el siglo XIII pero casi. Tendría que surgir de los propios universitarios algún elemento de regeneración, aunque no me gusta la palabra. Quizá mejor de reforma. Pero hay una introducción «pedagógica» perversa de que hay que enseñar entreteniendo, que el profesor tiene que ser simpático.... el profesor lo que tiene que transmitir, lo primero, es lo que sabe, y si no sabe, ¿qué va a transmitir?

Pero año tras año, la gente se sigue matriculando en carreras de humanidades, ¿hay esperanza?

Claro. Pero yo experimenté algo en la universidad: tenía chicos y chicas magníficos, gente muy aprovechable, que de repente se me desmoronaban. Y eso pasaba porque ha habido una educación, en la que las familias tienen una responsabilidad tremenda, en la que se ha dejado a los niños que hagan lo que quieran. Es de nuevo el péndulo antifranquista. Pero los niños no son seres morales, y eso provoca que no soporten la frustración y que haya adultos infantilizados. Y eso es muy peligroso, porque es algo totalitario. Es como lo que decía aquel dictador húngaro, Husak: «sed como niños, pensad sólo en el futuro, no penséis en el pasado». Quieren que seamos niños porque el niño es manejable. Han creado generaciones de gente valiosa en sí misma pero que no soporta la frustración, porque no se les ha enseñado que no pasa nada si se equivocan, que hay que aprender del error. Tampoco la postergación de la gratificación, que es algo fundamental.

Compartir el artículo

stats