Enrique Herreras

R eencontrarse, de vez en cuando, con un texto de estructura convencional, es un ejercicio sano. Y más si se trata de uno de J. B. Priestley, un autor que escribe con una envidiable habilidad. La prueba es esta pieza, que data de 1945, en la que se expone una minuciosa carpintería, pero no para quedarse en ella, sino como firme soporte para representar ideas, interrogarse y filosofar sobre los problemas del individuo en la sociedad moderna.

Hay quien señala que Prietley cae en lo que se denomina «obras de tesis». ¿Y qué Una pregunta que me sale del alma, sobre todo después de asistir hace poco a un éxito de una obra actual, El método Grönholm, muy habilidosa, pero sin el poso del autor inglés.

Porque Prietsley no renuncia, como es habitual hoy, a cualquier reflexión o referencia ajena a la fábula. Al contrario, el fin de su teatro es eso mismo, crear una buena fachada (un policiaco en este caso) para pintar un fondo, para llegar a un contenido como el presente: el interrogatorio para averiguar la verdad sobre la muerte de alguien, sobre las razones de esa muerte, revela no al culpable respecto a la ley, sino la culpabilidad moral de los protagonistas surgida de miserias interiores y secretas. El inspector es únicamente la encarnación de la conciencia individual.

El director, Román Calleja, se dedica a poner en escena lo que dice el autor, ni más ni menos, y, para ello, cuenta con un elenco bien ajustado. Aunque nos haría falta un menos y un más perfilados, es decir, un punto de menos pose en los personajes y más matices, más agitación actoral; los personajes siguen helados mientras la cosa llega al rojo vivo. Pero es evidente que tanto José Luis Pellicena (el inspector), como Francisco Valladares y Concha Cuetos, por mencionar los cabezas de cartel, exhiben toda su experiencia y saber estar (y hablar) en escena. Que no es poco. También es evidente que este trabajo escénico lleva marcado el sello del productor Juanjo Seoane, esto es, cuidado en los detalles y mucha elegancia. Y ello siempre es muy de agradecer.