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El Valencia cumplió con una de sus más arraigadas costumbres cosmopolitas: derrotar al Arsenal en Mestalla. Un rival de primer orden, que siempre le planta batalla pero siempre cae doblegado en el viejo estadio blanquinegro. Antes de anoche, ya lo hizo dos veces en Liga de Campeones, por no recordar la memorable tanda de penaltis de Heysel en 1980, y la pena máxima que detuvo Pereira y valió una Recopa. El Valencia nunca se rindió y, en un partido jugado con la intensidad de una final, llena de réplicas y contrarréplicas, se alzó victorioso en el último cuarto de hora, con los tantos de Míchel y Villa. Pese a la victoria y las buenas sensaciones de un proyecto deportivo bien asentado y que no para de crecer, la velada se tiñó de infinita tristeza por la traumática noticia de la muerte del capitán espanyolista Dani Jarque.

El Valencia abrió el partido con veinte electrizantes segundos de triangulaciones al primer toque, que acabaron en un remate desviado de Pablo. Un inicio prometedor que la repentina tromba de lluvia se encargó de interrumpir durante los siguientes veinte minutos. La alta calidad técnica de ambos conjuntos quedó en un segundo plano. El juego se volvió muy intenso y luchado, pero deslavazado, inconexo, con malas caídas, entregas precipitadas y algún codo temerario... El Arsenal recuperó su carácter guerrero, el que abanderaba en los 80 y principios de los 90 el central Tony Adams, cuando los «gunners» eran un equipo mecánico y previsible que suscitaba la ironía de los aficionados rivales al grito de «Boring boring Arsenal» —aburrido, aburrido Arsenal—, una mentalidad que Arsène Wenger ha cambiado por un fútbol afrancesado, limpio y de toque raso, con la media de edad más joven entre la élite continental pero con la misma mala fortuna en competiciones europeas.

Banega volvió a agarrar el mando del juego del Valencia, asumiendo la jerarquía y con ganas de luchar y agradar. En la mejor ocasión local en la primera parte, Silva y Mata dibujaron una pared que acabó con el disparo seco del extremo asturiano, bien repelido por Almunia. El Arsenal contestó por mediación de Van Persie, que precipitó por dos veces su remate ante un atento Moyà.

Luto y goles

Los jugadores de ambos equipos entraron en el campo en la segunda parte conmocionados por la noticia del fallecimiento del capitán del Espanyol Dani Jarque, a quien muchos futbolistas valencianistas y también rivales (Cesc y Almunia) conocían personalmente. Todo el estadio se unió al duelo en un emotivo minuto de silencio. El club, como corresponde, anuló los fuegos artificiales previstos para el final del encuentro. No había nada que festejar. Los cambios animaron el juego en la segunda mitad. La movilidad de Villa y Joaquín, y Walcott en los visitantes, dio paso a las ocasiones. La más clara llegó con un claro penalti cometido sobre Míchel. Sin embargo Fabianski adivinó la intención de todo un especialista como Villa, que rebosaba de ganas por anotar un gol en su reencuentro con la hinchada tras un tempestuoso verano de rumores.

La gloria del primer gol fue para Míchel Herrero, otro de los grandes protagonistas de la pretemporada valencianista. El canterano se aprovechó con picardía del rechace de una jugada ensayada. Mestalla se divertía, hacía la ola mexicana y ovacionó con unanimidad la retirada de Cesc. El Guaje no claudicó y obtuvo la merecida recompensa en el minuto 90, tras una vertiginosa carrera y un disparo casi sin ángulo, que se coló por el único hueco posible. Este Valencia sigue creciendo.